El argumento expuesto –en el sentido de que la falta de seguridad jurídica impedirá una negociación exitosa– no parece convincente ni adecuado. Casi podríamos asegurar que es al revés: suspender una negociación tan importante esgrimiendo motivos ajenos a la misma solo contribuiría a profundizar la imagen de inestabilidad del país.

Detrás de esta propuesta, sin embargo, creemos observar una inquietud, esta sí legítima, relacionada con las dificultades que surgieron en la ronda de Tucson. La postura de Estados Unidos, por lo que se pudo ver allí, continúa siendo extremadamente inflexible en algunos temas. Afortunadamente los países andinos mantuvieron una posición de firmeza común, lo que permitió al Ecuador no ceder más de lo necesario.

Pero es evidente que se requiere de una estrategia diplomática de mayor alcance para superar este obstáculo.

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Una dificultad para conseguirlo es que los funcionarios de Estado no quieren reconocer las dificultades que existen con el argumento de que deben transmitir un mensaje optimista sin importar las circunstancias reales de la negociación.

No culpemos a la inestabilidad política, ni tampoco celebremos un éxito que aún no se consigue. Enfrentemos la realidad tal como es si queremos firmar un TLC que de verdad sea conveniente para el país.