Los habitantes de este sector deben caminar varias cuadras para tomar el bus y así poder llegar hasta sus trabajos en Guayaquil. Además, en invierno las vías son inaccesibles.  

Dos horas, de 06h00 a 08h00, ocupa Aurora Ávila para llegar, desde el Fortín, al norte de la ciudad, hasta la casa donde labora como empleada doméstica en la Cdla. Miraflores, también al norte de Guayaquil.

Ávila es una de las habitantes de los once bloques de El Fortín.
Ella a las 06h00 desde su vivienda sube hasta la la avenida principal, luego toma el bus de la línea 105 y después se embarca en otro vehículo.

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En esos bloques, cada uno dividido en 24 manzanas, sus moradores enfrentan diversas dificultades en el camino para ir a sus casas. Como no existe señalización ni las calles tienen nombre, las únicas referencias para dar con una dirección específica es preguntar a los transeúntes o guiarse por los números de los solares escritos en las paredes.

En este sector, ubicado cerca al Consorcio Vachagnon, por la Perimetral, al norte de Guayaquil, las vías principales están asfaltadas y los buses solo pasan por estas. Luego, hay caminos de tierra y piedras que cada invierno se llenan de lodo, lo que las hace mucho más inaccesibles.

En esas calles Ávila debe subir varias cuadras para tomar el bus. El terreno es un cerro con superficie irregular. En El Fortín se observan en su mayoría camionetas, uno que otro auto y de vez en cuando algún taxi. Es frecuente observar cómo los automotores tambalean en la vía, también continuamente se escucha el ruido ante la fuerza que hacen los motores cuando logran pasar un tramo.

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Lo demás, Guayaquil, queda lejos. La respuesta de los habitantes es “uuuuuu” cuando se les pregunta cuánto se demoran para ir al mercado, tomar el bus o ir a la escuela. Ni pensar en los espacios recreativos como canchas deportivas o centros comerciales, que no hay.

Allí es común observar a quienes llevan sus compras u objetos pesados con mucho esfuerzo.

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Para Raúl Cevallos y su esposa Jaqueline Jaramillo, la falta de transporte y el deterioro de las vías son una rutina incómoda a la que ya están resignados.

Ellos compran en el mercado que queda a quince cuadras de su casa, pero como en ese tramo no pasan buses ni taxis, caminan con la carga de comestibles. Sudados y agotados, dicen que no se han percatado de cuánto les demora la caminata, lo único que saben es que es mucho.

Como ellos, Jefferson Burgos tampoco conoce cuántos kilómetros debe caminar para llegar a su casa y la distancia no pesa tanto como el quintal de arroz que carga sobre sus hombros.

A la mayoría de los choferes de buses no le gusta hablar. Miran con recelo cualquier indagación sobre la vialidad en la zona y no responden. Un conductor de la línea 68, quien prefirió la reserva, manifestó que en el sector  marginal trabajan  tres líneas de buses y reconoció que no circulan taxis, ya que estos se dañarían por el mal estado de las vías.

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En El Fortín se paga luz, pero no hay servicio de agua potable ni teléfono; también se requiere mayor seguridad e iluminación. Las necesidades son muchas, pero los moradores afirman que la prioridad son las mejoras en las calles y en el sistema vial.

Al final, a Aurora Ávila le queda el consuelo de que su recorrido no es tan martirizante como lo que imagina le espera dentro de poco, pues el invierno se acerca y sus viajes y caminatas se complicarán más con el agua y el lodo.