El compromiso  no contempla sanciones por las numerosas masacres cometidas.

Salvatore Mancuso, líder paramilitar  y más de 1.400 de sus tropas dijeron ayer adiós a las armas, en la más grande desmovilización de combatientes registrada en Colombia, en el marco de un proceso de paz con el gobierno.

“Hasta hoy están bajo mi mando, sepulto al comandante y nace el hombre de la calle”, anunció Mancuso a sus tropas, quienes soportando un intenso sol sostenían sus fusiles por última vez.

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El líder paramilitar, acusado de múltiples violaciones a los derechos humanos y con una orden de extradición por narcotráfico de Estados Unidos, pidió perdón a Dios, a Estados Unidos y a las madres de las víctimas del conflicto armado de su país.

Mancuso sacó su pistola Beretta de 9 milímetros, le retiró el cargador y la depositó sobre una mesa. Luego vino un apretón de manos con el Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo.

La entrega de armas era verificada por miembros de la OEA.

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Unos 1.400 paramilitares colombianos del Bloque Catatumbo, uno de los más poderosos de Colombia, se desmovilizaron ayer en esta zona fronteriza con Venezuela, donde, además de desplazar a las guerrillas, han cometido numerosos asesinatos y masacres.

La desmovilización de este bloque de autodefensas es la mayor desde que en julio de 2003 alcanzase un acuerdo entre el Gobierno del presidente Álvaro Uribe y la dirección de las (Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

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En los últimos días se han ido concentrando, junto a su jefe, un capitán retirado del Ejército conocido como Camilo, y el principal líder de las AUC,  Salvatore Mancuso.

Según el acuerdo, los aproximadamente 19.000 miembros de esta organización, surgida hace 20 años, abandonarán las armas y se desarticularán a finales de 2005.

El compromiso para finales del  2004 incluye la desmovilización de unos 3.000 armados, de los que hasta ahora lo han hecho, incluidos los de ayer unos 2.000.

En esta zona fronteriza con Venezuela, Mancuso y su gente entraron en 1999 y, desde entonces, han ido desplazando a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la más importante guerrilla del país, y al Ejército de Liberación Nacional (ELN), segunda guerrilla.

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La desmovilización  está supervisada por la Organización de Estados Americanos, cuyo representante, el argentino Sergio Caramagna, se ocupa de registrar las armas entregadas por los combatientes que deberán regresar a la vida civil  en sus sitios de origen.

Líder lloró y pidió perdón
El máximo jefe paramilitar de Colombia, Salvatore Mancuso, quien tiene un prontuario de violaciones a los derechos humanos,  lloró y pidió perdón al entregar su arma, una pistola 9 milímetros.

Mancuso pidió  “perdón a Dios, a Estados Unidos y a las madres” de las víctimas del conflicto armado interno de su país.

Mancuso indicó, en la ceremonia de desmovilización, que “asumía” su “responsabilidad a partir de la jefatura ejercida en las AUC, “por lo que pude haber hecho mejor, por lo que pude haber hecho y no hice”.

Mancuso, quien ha sido  solicitado en extradición por las autoridades de Estados Unidos, acusado de narcotráfico, se declaró ayer “dispuesto” a viajar a ese país a explicar su conducta,  pero condicionó esa comparecencia voluntaria “en el marco” de las negociaciones de las AUC con el gobierno colombiano.