La ciencia ha desarrollado técnicas eficaces y poco peligrosas para prevenir y tratar las posibles complicaciones que genera la gestación de más de dos bebés. El diagnóstico es la clave para salvaguardar a la madre y a los pequeños.

La cantidad de embarazos múltiples que se registran ha sufrido un incremento considerable desde hace 20 años debido a las modernas técnicas de fertilización, que tienen altos porcentajes de posibilidades de engendrar más de un hijo al mismo tiempo. Sin embargo, la ciencia también ha desarrollado la forma de contrarrestar esa desventaja de la fecundación in vitro y en la actualidad existen muchos métodos de diagnóstico y tratamiento para minimizar los peligros. Una de las formas más eficaces de prevenir cualquier inconveniente es la detección del embarazo múltiple durante las primeras semanas de gestación. Esto se logra con la nueva generación de máquinas para realizar ecografías por ultrasonido, que son capaces de confirmar más del 95% de este tipo de embarazos antes del primer trimestre. Los análisis de sangre, que también conforman los estudios obligatorios, son decisivos a la hora de buscar una posible anomalía si ya se determinó que el embarazo es gemelar o de más de dos fetos. El más importante se realiza durante la semana 16 porque es en ese momento en que se pueden evidenciar los riesgos de malformación congénita en los bebés. Obviamente, métodos más invasivos y peligrosos pero de efectividad casi absoluta, son los exámenes genéticos que se realizan mediante la punción de la panza de la madre para extraer muestras de líquido amniótico -hay otras posibilidades- que determinan desde conformación cromosómica hasta el sexo del feto. Pero es una técnica arriesgada en este tipo de embarazos. Lo que hay que tener en cuenta es que los mellizos generalmente no tienen grandes probabilidades de sufrir complicaciones y, en un alto porcentaje de casos, nacen sanos y por parto natural, sin necesidad de acudir a una cesárea. Pero en la medida en que se suma otro bebé, se eleva el riesgo y menor será el tiempo de gestación. Mientras que la mayoría de los embarazos únicos duran entre 39 y 40 semanas; los de dos fetos duran 36 semanas; los de trillizos, 32 semanas; para los cuatrillizos, 30 semanas; y para los quintillizos se necesitan tan sólo 29 semanas. Esta situación hace que los recién nacidos no superen los dos kilos y medio de peso y que deban estar un tiempo en incubadora. Sin embargo, en los casos en los que el embarazo genera un riesgo mayor y la cesárea se produce muy tempranamente, con el resultado de bebés de menos de 1,5 kilogramos, entonces hay mayor propensión a que los bebés presenten trastornos de salud, entre leves y graves, como retraso mental, parálisis cerebral, problemas motrices o pérdida de la visión o de la audición. En cuanto a la madre, las posibilidades de tener hipertensión arterial o diabetes crece con los embarazos múltiples, por lo que las visitas al obstetra deben ser más frecuentes -al menos dos veces por mes- y, en caso de sufrir estos trastornos, existen nuevos tratamientos con fármacos y una buena dieta que mejoran el estado general de la mujer y no afectan a los fetos. Si existe la posibilidad de un alumbramiento prematuro, entonces la madre deberá estar en reposo absoluto y, en lo posible, internada en una clínica para que los médicos realicen un tratamiento con medicamentos que ayuden a postergar el parto. Reducir la actividad después de las 20 semanas de gestación es una recomendación muy importante para las mujeres con gestaciones múltiples.

Cuando llega el momento ideal para dar a luz, entonces el médico recomendará la cesárea en el caso de mujeres con más de dos bebés en su vientre, así como en general se intenta un parto natural cuando son mellizos o, incluso, trillizos, bien acomodados, boca abajo y sanos.

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Para informarse más sobre este tema, vea Historia de un Bebé el domingo 12 de diciembre a las 11.30 a.m. y 7.30 p.m. en Discovery Health.