La familia real holandesa dio este sábado, su último adiós al príncipe Bernardo, padre de la reina Beatriz, en un funeral al que también asistieron los Reyes de España, Juan Carlos y Sofía.
 
El príncipe Bernardo falleció el pasado 1 de diciembre a causa de un cáncer pulmonar derivado de una metástasis de otro tumor anterior.
 
El funeral fue oficiado en la Iglesia Nueva de Delft -donde la dinastía Orange tiene su cripta- por el sacerdote Carel ter Linde, quien también casó a la princesa Máxima Zorreguieta y el príncipe heredero de Holanda, Guillermo Alejandro, en febrero de 2002.
 
Por deseo expreso del fallecido, en la ceremonia se interpretaron, entre distintos cantos religiosos, varias piezas militares.
 
La hermana pequeña de la Reina Beatriz, la princesa Cristina, interpretó también la canción mexicana "La Golondrina", pieza favorita de su padre.
 
La iglesia que acogió el funeral estaba adornada con flores en tonos blancos y verdes, especialmente crisantemos y claveles, flor esta última que siempre lucía en la solapa el padre de la Reina Beatriz en sus apariciones en actos públicos.
 
La reina Beatriz y sus hermanas, las princesas Irene, Margarita y Cristina, acudieron a despedir al príncipe vestidas con trajes blancos combinados con colores oscuros.
 
El blanco también fue el color dominante en el funeral de la reina madre Juliana, fallecida el pasado 20 de marzo.
 
Los Reyes de España llegaron a las 11h15 horario local (10h15 GMT) al aeropuerto de Rotterdam para tomar parte en el último adiós al príncipe Bernardo.
 
Otras representantes de casas reales presentes en Delft fueron el príncipe Enrique de Dinamarca, el príncipe Hassan bin Tallal y la princesa Sarvat de Jordania, el ex esposo de la princesa Irene, Carlos Hugo de Borbón y Parma y el monarca Hans-Adam II de Liechtenstein.
 
También se pudo ver al duque Enrique de Luxemburgo, al príncipe Mulay Abdullah el Alaui de Marruecos, a los reyes Harald y Sonia de Noruega, al príncipe Felipe de Inglaterra, a los reyes Carlos y Silvia de Suecia y al ex rey Constantino de Grecia.
 
Durante el funeral, el sacerdote Ter Linde resaltó la labor del príncipe Bernardo, de origen alemán, en la II Guerra Mundial, cuando "luchó en contra de su país de nacimiento y se convirtió en símbolo de la resistencia".
 
Sin embargo, el sacerdote no hizo referencia a las polémicas que también marcaron la vida del príncipe Bernardo, entre las que destaca el conocido como "caso Lockheed".
 
En 1976 la prensa estadounidense publicó que el príncipe Bernardo se había dejado sobornar, aceptando un millón de dólares, a cambio de ejercer su influencia para que Holanda comprara aviones de combate a dicha compañía, de origen estadounidense y una de las mayores fabricantes a nivel mundial en el sector aeronáutico militar.
 
El Gobierno holandés del entonces primer ministro Van Uyl reconoció que el esposo de la reina Juliana se había inmiscuido en cuestiones de Estado pero rechazó abrir una investigación judicial porque, por un lado no se había podido probar que el príncipe fuera el último receptor del dinero y, por otro, por el bien de la monarquía.
 
El sacerdote destacó también el papel del difunto príncipe durante la postguerra, cuando "se entregó al restablecimiento económico del país", etapa en la que visitó "76 países" en calidad de embajador económico de Holanda.
 
Además, también se refirió a la entrega del príncipe a la Fundación Mundial para la Protección de la Naturaleza, de la que era miembro honorario.
 
En el aspecto religioso, Carel ter Linde dijo que el príncipe "podía encontrar a Dios tanto en una iglesia católica como en una mezquita".
 
"El príncipe Bernardo murió con una sonrisa en su boca, y los familiares que le rodeaban en ese momento no estaban vestidos de negro porque su muerte ha sido un nuevo nacimiento", concluyó el sacerdote.
 
El momento más emotivo de la ceremonia fue el instante en el que el féretro fue trasladado a la cripta, donde el príncipe Bernardo reposará al lado de su esposa, la reina madre Juliana, que reinó en Holanda entre 1948 y 1980.
 
El acontecimiento estuvo rodeado de fuertes medidas de seguridad, especialmente en la ciudad de Delft, donde se ofició el funeral.
 
La policía, acompañada de perros entrenados en la búsqueda de explosivos, registró las pertenencias de parte del público y prensa.
 
También los canales fluviales de la ciudad fueron controlados anoche para descartar la presencia de artefactos en sus aguas.