La keniana Wangari Maathai recibió este viernes en Oslo el Premio Nobel de la Paz 2004, convirtiéndose en la primera mujer africana y la primera ecologista galardonada con esta prestigiosa recompensa.
 
"Ha llegado el momento de reconocer la idea de que el desarrollo duradero,  la democracia y la paz son indivisibles", declaró la "plantadora de árboles"  keniana, en su discurso de agradecimiento.
 
"La industria y las instituciones internacionales deben comprender que la  justicia económica, la equidad y la integridad ecológica valen más que los  beneficios a toda costa", agregó.
 
Maathai, de 64 años, fue seleccionada por el Comité Nobel por su campaña  para salvar a los bosques africanos y por su liderazgo en el "frente de la  lucha para promover un desarrollo ecológicamente viable en materia social,  económica y cultural en Kenia y Africa".
 
Es viceministra de Kenia para Medio Ambiente desde 2003 y fundadora del  Movimiento Cinturón Verde. Se trata de una campaña para salvar a los bosques  africanos que comenzó con nueve árboles en su jardín hace casi 30 años, y que  se extendió al mayor proyecto para plantar árboles en Africa, con más de 30  millones de árboles en el continente.
 
Maathai, vestida de naranja, lamentó que "las extremas desigualdades en el  mundo y los modelos dominantes de consumo se perpetúen a expensas del medio  ambiente y de la coexistencia pacífica".
 
Todavía hay que hacer mucho para "restituir a los niños un mundo de belleza  y de maravillas", sostuvo, citando una "letanía de desgracias": la corrupción,  la violencia contra las mujeres y los niños, la toxicomanía, el sida, la  desnutrición y las "numerosas actividades humanas que destruyen el medio  ambiente y las sociedades".
 
"Actualmente enfrentamos un desafío que requiere un cambio en nuestra forma  de pensar (...). Debemos ayudar a la Tierra a curar sus heridas y de la misma  manera, a curar nuestras propias heridas", destacó.

El presidente del Comité Nobel, Ole Mjoes, entregó el premio a la  "sembradora de árboles" keniana durante una solemne ceremonia en presencia de  la familia real noruega.
 
Al dirigirse a la "querida mamá Wangari Maathai", Mjoes justificó en su  discurso la atribución del premio de la paz a una ecologista, un gesto  criticado por algunos, que lo consideraron una "desviación" del Nobel.
 
Después de ampliar su campo de referencia a la defensa de los derechos  humanos en las últimas décadas, "el Comité Nobel noruego extendió aún más su  definición de la paz este año", declaró.

"Hay conexiones entre la paz por un lado y el medio ambiente por el otro,  cuando la escasez de los recursos como el petróleo, el agua, los minerales o la  madera están en el centro de las querellas", explicó.
 
Las tensiones árabo-israelíes por el control del agua o el papel de la  desertificación y de la escasez de tierras agrícolas en los enfrentamientos  entre la población negra y las milicias árabes en la región de Darfur (Sudán)  son algunos ejemplos, señaló Mjoes.

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