Las instancias más trágicas producen también las fuerzas creativas más notables. La devastada Europa de la posguerra fue el marco de obras cinematográficas que reflejaron una realidad sobrecogedora, pero que a su vez traslucían una mirada reflexiva hacia la sociedad de su tiempo que medio siglo después mantiene su vigencia. El tercer hombre (1949) es una de ellas: allí se integraron en una circunstancia única un cuarteto incomparable: el escritor Graham Greene, el director Carol Reed, el productor Alexander Korda y en una aparición breve y magistral, el inefable Orson Welles. El filme estará disponible mañana en la serie de Grandes Joyas del Cine que EL UNIVERSO comercializa todos los viernes.

Aquí el cine británico estampó un estilo visual que combinaba el realismo de las locaciones con una penetración psicológica en los personajes, acompañados de un alto grado de propósito social y detallismo documental. La Viena en ruinas que sirve de marco a la historia era así, literalmente. Vemos esplendorosos rezagos arquitectónicos del imperio austríaco junto a inmensos edificios destruidos por las bombas de los aliados durante la II Guerra Mundial. Y allí los protagonistas de El tercer hombre desvelan las amargas verdades sobre Harry Lime (Welles), el misterioso aventurero que pierde la vida en un extraño accidente. Holly (Joseph Cotten), su amigo de la juventud, llega a Viena sin saber de su muerte. A través de Anna (Alida Valli) y de un oficial británico (Trevor Howard) comenzamos a adentrarnos en un laberinto, donde cada rostro puede esconder otro y cada sombra que se mueve en las callejuelas empedradas puede conducirnos a la verdad.

No hay héroes en El tercer hombre, porque en la película nada es obvio. En la revista El Búho, el ensayista Frederick Karl hablaba de los personajes de Graham Greene “que más parecen demonios que santos, donde siempre detrás de la impureza puede brotar la pureza y de la incredulidad, la fe”. Esa cítara ululante de Anton Karas que acompaña la acción tiene una fuerza especial y muy pocas veces un tema musical se registra en nuestra memoria de esta manera. Después de la conflagración mundial que se centralizó en Europa, los personajes que vemos parecen más fantasmas que sobrevivientes. El increíble ambiente que esta película recoge tiene mucho que ver con los dolorosos y cambiantes destinos de toda una sociedad, donde siempre existirá un Harry Limes que sobrevive de cualquier forma en medio de la miseria general.