Las nuevas concepciones del presidente Gutiérrez para reorganizar la estructura administrativa del Estado –su principal interés está en el área del Congreso, desde donde se parapetará para cambiar las instituciones judiciales y quizás otras más– están en la agenda para afrontar la tendencia tormentosa e incierta que se vive.

El efecto futuro de las acciones gubernamentales de hoy se encuentra que nada hay que convenga al desarrollo económico; que no hay creación de riqueza de beneficio total; que el petróleo sirve para convocar, juntar, y unir a minorías, de simpatías políticas con el Gobierno, que pelean –es el término adecuado– por los contratos que surgen o para actuar en los problemas que originan.

El poder político no está usado en función del interés nacional. No se aprecia que haya visión y detalle. La perspectiva política está enfocada al corto plazo. (La reelección inmediata para 2006, en el tiempo es solo para mañana).

Las jerarquías en las instituciones públicas están en manos de militares en servicio activo o pasivo, igual es. Sin negarles su grado cultural que tendrán por efecto de los constantes cursos y encargos, el mando que ejercen es en una sola dirección. Los recursos se los dan o los toman. Por eso fracasan al manejar las economías privadas, en donde visión y perspectiva son diferentes ante la posibilidad de una guerra que no llega. Es en razón de esta circunstancia económica que algún economista del desarrollo esbozó la idea de que los ejércitos son no productivos en la economía. Asalta la pregunta para quien le sea dado responderla: ¿qué aporte y/o participación tienen las Fuerzas Armadas en el Producto Interno Bruto?

Este país no saldrá de su estado de pobreza económica, de su proletariado global y de su retraso mental, mientras los gobernantes busquen navegar solos. Todo Estado tiene dos tipos de gerenciamiento: el uno de interés público (político), reparto de costos y beneficios para la sociedad; y el otro de interés privado, en que el Gobierno manda pero participa (impuestos) por lo que reciba del Estado.

Divorciado del sector privado no se podrá estimular y alcanzar los beneficios de la producción en masa, hasta ahora no se ha definido si se quiere que el país se dirija hacia la agricultura (autosustento); la manufactura (sustituir importaciones para incrementar la balanza comercial); o servicios tales como la maquila o la intermediación financiera.

Al Gobierno se le va el tiempo; lo que le queda para hacer lo que debe hacer es corto. El juego político que tanto absorbe y quema las vísceras del Presidente está mal aconsejado por los avispones que lo merodean. El estilo de gobernar del Presidente no es el adecuado frente a las visibles necesidades nacionales: tiene que cambiarlo o el pueblo lo cambia. La cultura estratégica aconsejaría evitar la tercera Ley de Newton para no crear una fuerza de resistencia de igual intensidad a la existente.

Parecería que el Presidente no escucha. El orgullo militar (hay que ganar la guerra) mirado a través de un prisma de cuartel, no le deja percibir la realidad, o es la seducción de Carondelet sujeta a gobernar sin empatía en la realidad política.