Para muchos, Jesús no es más que un lejano personaje representado en imágenes y que habita en pocos corazones.

En una visita que hice a una tía, me encontré con una gran fiesta infantil. Había regalos, muchos invitados que disfrutaban alegremente. Era el cumpleaños de uno de los hijos de mi prima, pero no estaba. Mi prima se había separado del esposo, el cual ese día se había llevado al niño a pasar con él. Como todo estaba preparado para la fiesta, esta se efectuó. Lo sorprendente era que la mayoría de los invitados ni notó la ausencia del cumpleañero.

Esta anécdota me hace reflexionar en lo parecida a la fiesta navideña. Todos nos preparamos, unos empiezan por la casa, la ponen bonita desde noviembre, llena de adornos y detalles; los que pueden compran regalos y ropa nueva para todos, y los días se van volando. Por fin llega el gran día, con la cena esperada y a las doce nos abrazamos como autómatas; los niños se van a dormir después de jugar, y los adultos siguen con el baile y las bebidas.

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La fiesta termina y en la mayoría de los hogares nadie tomó en cuenta al homenajeado, nadie lo nombró y pocos lo echaron de menos. Así, Jesús es el gran ausente en la Navidad. Ha sido reemplazado por ese monstruo llamado comercio. Pero, Jesús no está lejos, está más cerca de lo que imaginamos; está en nuestro corazón. Es solo cuestión de buscarlo. Él se dejará encontrar.

Rosalía Muñoz Coello
Salitre

A través de este modesto escrito desde ahora deseo a los lectores que tengan una excelente Nochebuena, una bonita Navidad y un gran año 2005.

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Gracias a este espacio he podido dar mi opinión durante los doce meses del año y en esta oportunidad lo hago para pedir a Dios por la humanidad en términos generales y que mientras alma tenga esta, más valor tendrá la esperanza de vivir días mejores.

Ing. Ángel Fienco Yépez
Guayaquil