Francisco Feraud Aroca falleció días atrás (hace un mes) y no estuvimos cerca. Pero lo que importa decir hoy y siempre, es que fue un ser humano que como pocos se manifestó plenamente, y desde muy pequeño cuando jugaba y ya trabajaba en los almacenes de música J. D. Feraud Guzmán, fundado en las primeras décadas del siglo veinte.

Desde aquellos años viendo obrar a sus padres con devoción y sacrificio, se prometió que nunca desaparecería la empresa de su nombre, como así ocurrió, al acercarse a los 100 años y celebrar su aniversario el 25 de julio, día de Guayaquil.

Es penoso e injusto perder a un elemento como Francisco Feraud Aroca en estas horas complejas para el país, donde el mal aparece en cualquier parte, y aquí y allá surgen individuos indeseables que proclamando decencia, predican a los ecuatorianos.

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Él era un fervoroso creyente. Creía en ese Dios que para tantos constituye un problema de conciencia, y que no los deja vivir en paz.

Pero él actuaba como un cristiano. Así lo conocimos ayudando a sus amigos y a los exponentes de la música y las canciones de este país. Jamás los olvidó y abrió para nosotros las puertas a los artistas del exterior y propagó nuestras melodías hacia otras fronteras.

Al frente de una firma respetable que recorrió diferentes puntos de la ciudad, con el ejemplo y recuerdos de don J.D. y de doña Porfiria, hizo mucho por el adelanto de la urbe; sobrepasó hermosos y difíciles días con talento empresarial y generosidad para todos.

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Francisco Feraud Aroca ya no está, pero no para los suyos, no para los que aman la música ecuatoriana, no para sus amigos, entre quienes nos contamos.

Luis Martínez Moreno
Guayaquil