Hay un filósofo francés contemporáneo que sostiene que la realidad se borra no por obra de la ficción sino por el exceso de realidad. Al erotismo y la sexualidad no los combate la moral, sino el exceso de erotismo y de sexualidad: la pornografía.
Acaso en estos momentos la política se está asfixiando por la excrecencia y la saturación con que imprime a sus actos el nuevo equipo de gobierno de Lucio Gutiérrez, encabezado por Víctor Hugo Sicouret y Jaime Damerval. La inconstitucionalidad se sustenta en el exceso de inconstitucionalidades. La realidad de la política quieren borrarla con toda absurda realidad que encuentran a mano.
Recurso de la exageración practicado por Damerval desde el primer día de su ministerio, cuando quiso aplicar unos versos profundamente dolorosos del peruano César Vallejo, a la mediocre circunstancia política ecuatoriana que rodeó al fracaso del juicio al Presidente.
Hiperrealista en sus declaraciones, este ministro de Gobierno, hábil y lúcido, busca la estabilidad de Gutiérrez extremando el recurso de la inestabilidad.
No es la oscuridad la que nos enceguece, es el exceso de luz. Con la exacerbación del conflicto quiere el régimen de Gutiérrez sostenerse, no con la búsqueda del consenso. Tal vez en ese sentido se equivocó Raúl Baca, que intentó dotar de estabilidad y racionalidad a un gobierno que buscaba constantemente la cuerda floja, que era incapaz de establecer una agenda para el país.
Y para el efecto de sostener a un presidente que tercamente busca el despeñadero, incapaz de entender otro escenario para gobernar que el azar y la incertidumbre, se requieren colaboradores como Sicouret o Damerval. La estrategia puede dar sus resultados. Por el momento han modificado el estado de un gobierno sin ideas, sin iniciativas, amenazado constantemente por la destitución, para colocarlo en la iniciativa, con la reforma política y la amenaza de utilizar una mayoría parlamentaria, para revertir el juego político. El Partido Social Cristiano y la Izquierda Democrática ya no hablan de llevar a Gutiérrez a la picota. Puestos a la defensiva, víctimas del juego de las mayorías al que también jugaron en su momento, utilizan la muletilla de la dictadura para defenderse in extremis.
Y mientras el socialcristianismo calla, León Febres-Cordero se pasa las noches de claro en claro ordenando acusaciones contra el régimen y contra ex protegidos suyos como Luis Almeida. (¿Acaso acaba de descubrir la naturaleza política de la que siempre ha estado hecho Almeida?). Lo hace para repetir exactamente lo que hacen desde el gobierno: saturar el escenario de excrecencias para que tanto tumor acumulado vacíe de sentido y de contundencia a las denuncias.
Obscenidad de la denuncia que priva a la denuncia de todo encanto y toda posibilidad de remover la opinión pública.
Febres-Cordero se asfixia entre los papeles que almacena, mientras el Gobierno exhibe toda la pornografía política posible, para que Gutiérrez siga en el poder.