A propósito de las propuestas de buena fe para rehacer nuestra Constitución, que estamos conociendo o vamos a conocer, advierto a los interesados: ¡Cuidado les birlen las reformas que consigan!

Por haber promovido ciertos cambios y participado en el esfuerzo para conseguirlos, tengo presente algunos ejemplos que me permiten sustentar esa advertencia.

Para prueba, cuatro botones:

-La revocatoria del mandato a los elegidos por el pueblo. En consulta popular se aprobó que así sea, pero en la Constitución se omitió esa sanción para el presidente y el vicepresidente de la república, los consejeros y los concejales.

-La votación por personas en las elecciones pluripersonales para escoger los mejores. Todavía se admite el voto “en plancha”.

-La sucesión en las curules legislativas. Siendo la votación por personas y eligiéndose en cada caso principal y suplente, si los dos dejan de ser legisladores, debería incorporarse al Congreso quienes los siguieron en votación y no necesariamente el siguiente de la lista de su partido. Los cupos son de las personas y no de los partidos.

-La creación del Consejo Nacional de la Judicatura para que realice las actividades administrativas que antes tenían las cortes. La Corte Suprema nombró una comisión para que revise lo ocurrido en los trámites de los juicios penales iniciados por los casos de fraudes bancarios al estimar insuficiente la acción del Consejo.

¡Tanto esfuerzo para alcanzar los objetivos! ¡Tantas ilusiones por cosechar los frutos de los cambios logrados! ¡Tanta frustración porque algunos detentadores del poder hacen de las suyas para satisfacer otras aspiraciones y no procuran el bien común!

Por eso, partiendo de mi experiencia personal, reconociendo que no siempre el problema es de las estructuras jurídicas sino de quienes tienen que ponerlas en marcha, renuevo la advertencia:

Si consiguen las reformas que proponen, tengan presente que pueden ser birladas por sus sucesores en el poder y, por lo tanto, prevean las seguridades pertinentes para que eso no ocurra.

Como no es la primera vez que utilizo el verbo birlar al referirme a estos temas, he recordado que un lector me preguntó la razón para hacerlo y le dije que era el apropiado, pues significa: quitar con malas artes.

Eso hacen algunos políticos: con malas artes nos privan de ciertas revocatorias de mandato, de elecciones personales, de suplencias debidas o del control eficiente de la administración de justicia.

¿Qué podemos hacer, además de repasar lo ocurrido y advertir lo que puede suceder, para que no nos birlen reformas constitucionales?

¿Sería tan amable en darme su opinión?