Reiteramos el discurso que por varios años ha sido nuestro al destacar el papel de la arquitectura y la cirugía de la Universidad de Guayaquil: liderazgo, primera ubicación de sus formaciones.

Lo fueron desde que dieron títulos a sus graduados.

Por esto es innegable que las mejores y más importantes forjas de arquitectos y cirujanos estén en Guayaquil. No han decaído. Ni mucho menos, perdido.

El aniversario de la Universidad de Guayaquil es el motivo más adecuado para aquilatar, aparte de la escuela de cirugía, lo que en arquitectura y urbanismo se logra en una provincia que exige con premura y responsabilidad, acciones de técnicas y artes extraordinariamente sociales.

La Facultad de Arquitectura en Guayaquil nació por gestión titánica de quien fuera el arquitecto número uno del país: Guillermo Cubillo Renella.

El plano de su acción académica miraba bastante lejos. Inspirarse en esos trazos, que enseñaban las conveniencias de la vanguardia del urbanismo, es lo que en fidelidad ha hecho más de avanzada la formación de los nuevos profesionales.

Necesariamente hay que rememorar gestiones de Correa, Filián, Pólit, Cabello Farah.

En este, por su tenacidad y acciones de vanguardia, es ineludible el paralelo de justicia que se impone con Wellington Escobar en la Facultad de Educación Física.

Porque la arquitectura y el urbanismo se toman como funciones estrechamente relacionadas con tecnologías constructivas de viviendas (como lo hizo el empeño de Filián), coordinación con planes municipales más allá de Guayaquil, para urbanismo, salud pública, prestación de servicios con CDG, vigencia de los convenios internacionales como el que toma en cuenta el trabajo con nuestra caña guadua.

Para la magnitud de la obra pública y arquitectónica, inédita, de un innovador como Cabello Farah, el tiempo ha dado su ventaja: 7 años de dirección académica. Ese lapso ha convertido en natural o constante una dialéctica sobre conceptos de reforma, metodologías totalmente técnicas, autoridad universitaria para participar en hechos estatales y provinciales de urbanismo a los que en décadas superadas tenía a la Universidad como observadora y, a mucho, de vez en cuando crítica.

En Los retos de la Reforma Universitaria, Eduardo Zalamea indicaba que en la sociedad del conocimiento, las exigencias de educación se expandirán progresiva y aceleradamente. Hoy muchas más personas necesitan educación, pero una educación diferente.

Lo indicado es reto para la acción universitaria ecuatoriana.

Anima, al respecto, la aseveración que hace la obra de Cabello en la integración del sector académico a la Unión Internacional de Arquitectos, como formación de vanguardia del estudiante ecuatoriano.

A lo que suma una decisión desafiante, como es adaptarse a los objetivos de la Unesco tomando en cuenta las realidades de estudiantes de universidades públicas. Esto en la necesidad de integración eficaz a un trabajo en medio de condiciones de escaso tiempo por el desempeño del trabajo momentáneo, ajeno a la carrera que se sigue.

Las luces del optimismo están dadas por vidas y obras que entre inimaginables dificultades, engrandecieron Lloy Wright y Bruder con su Escuela de Arizona. O la magia de la arquitectura, motivo central de comunicación de Bruder, parte de los eventos cumplidos en esta ciudad, eventos universitarios.