No bastan 500 palabras de un artículo para enumerar las causas más cercanas de nuestro subdesarrollo económico: los paros de servidores públicos, contrarios a la Constitución; las huelgas; los cierres de carreteras; las tomas de locales de servicio público; las huelgas de hambre; las luchas “hasta las últimas consecuencias”; los poderes del Estado en frecuente pugna; servidores públicos de todo nivel, que detienen trámites hasta recibir dinero, exigido con medios sutiles; contratos firmados con el acostumbrado porcentaje y fiscalizados favorablemente con otro porcentaje. Trámites, abogados y “otros gastos” de la justicia, inalcanzable por los pobres. Leyes inestables. Extraños que miran solo estos rasgos de nuestra realidad se forman una imagen muy opuesta a la de un Ecuador “isla de paz”, imagen ganada y formada por sus evidentes valores morales. Si integramos nuestra identidad solo con los rasgos anteriores, los extraños tienen razón, cuando afirman que Ecuador es un Estado inviable; pues cada uno mira y cuida solo lo suyo.

Señalo solo algunos valores morales de nuestra identidad ecuatoriana, observados en la vida diaria: 1. La alegría de vivir: durante el último fenómeno El Niño la gente no perdió la alegría; jóvenes, y también mayores, en sus días de descanso bailaban en los pocos metros no inundados de los caminos. 2. Los miles de ecuatorianos reunidos y guiados a derribar un gobierno legalmente elegido, aun al protagonizar este hecho negativo, no derramaron ni una gota de sangre. 3. Millares de mujeres casadas y solteras siguen resistiéndose a la multiforme propaganda externa e interna contraria a la vida. 4. Los niños y los ancianos forman parte de la familia. 5. Los trabajos organizados y realizados gratuitamente para el adelanto de la sociedad. 6. La hospitalidad.

Estos y otros valores permiten afirmar que nos sería posible tejer un sistema de vida social alejado de la diaria confrontación y orientado a construir.

Condenar con palabras nuestros rasgos negativos es estéril; lo positivo es ponerse de acuerdo en las causas y dar el aporte correspondiente en el proceso de superación.

La persona humana, más aún en un ambiente consumista, es exigente e insatisfecha. En Ecuador, país relativamente pobre, los recursos disponibles son insuficientes.

Si, además de ser insuficientes, son distribuidos con inequidad, la insatisfacción crece. Si se ignora qué parte de bienes nos corresponde y si, además, se entregan bienes por la fuerza física, moral y hasta legal, nacional e internacional, la fuerza se convierte en regla del convivir social.

La armonía ciudadana exige percibir con claridad: 1º Cuál es la suma de bienes disponibles. 2º Quiénes son todos los miembros del colectivo, con los que hay que compartirlos. 3º Que todos puedan capacitarse para dar su aporte a la sociedad. 4º Que las personas físicas o morales reciban, de acuerdo a su número y aporte. 5º Que todos trabajen para aumentar los bienes actualmente disponibles y poder recibir más.

Dos exigencias ineludibles: producir más, mejor, a menor precio y repartir equitativamente. Lo contrario es ley de la selva.