Hay expectativa por debate de la UE sobre las sanciones a Cuba el 14 de diciembre  en Bruselas.

La excarcelación de opositores la semana pasada en Cuba presenta tantas aristas para su interpretación política como interesados  en el asunto, un criptograma del cual Fidel Castro se reserva las claves.

Seis disidentes del grupo de los 75 condenados en abril del 2003 a altas penas de prisión fueron liberados, bajo la fórmula de licencia extrapenal, con los que suman trece desde abril  pasado.

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La exigencia de libertad la encabezó el gobierno español, José Rodríguez Zapatero, quien impulsó una reevaluación europea de las sanciones contra la isla, cuya actitud molestó al presidente estadounidense, George W. Bush.

Estados Unidos interpretó las liberaciones como  resultado de la presión internacional sobre el régimen de La Habana, pero incluso algunos de los  excarcelados, como el periodista y poeta Raúl Rivero, opinaron que “nunca con las autoridades cubanas ha funcionado la presión” y las atribuyó a un intento del régimen por “limpiar” su imagen exterior y rebajar tensiones.

“Se están enmascarando muchas cosas tras estas liberaciones”, dijo el poeta Manuel Vázquez Portal, otro de los liberados en junio último.

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Para el veterano opositor Elizarzo Sánchez Santa Cruz, “no hay voluntad política de excarcelaciones”, realizadas selectivamente a cuentagotas.

Según Sánchez, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, lo que existe es la intención “de liberar a presos con graves problemas de salud, que podrían morir en la cárcel, algo que el gobierno  cubano quiere evitar”.

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Durante décadas, Castro accedió a la salida de presos políticos a partir de peticiones de figuras internacionales, en determinadas coyunturas. La  última fue concedida el 12 de febrero de 1998 a solicitud del papa Juan Pablo II, tras su histórica visita a la isla, e incluyó a 299 reos, un centenar de  ellos políticos.

En esa ocasión, Castro se encargó de anunciar el fin del procedimiento de liberaciones por peticiones y señaló que en lo sucesivo las excarcelaciones serían cuestión de los tribunales.

Analistas y diplomáticos en La Habana también han entendido las liberaciones como señales positivas de Cuba a sus nuevos aliados izquierdistas en Latinoamérica, frecuentemente cuestionados por la situación de los derechos humanos en la isla.

También pueden estar dirigidas hacia la próxima reunión de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra, donde la isla ha sido reprobada trece veces en el tema.

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Para la fragmentada oposición interna cubana la salida de algunos disidentes se trata de una flexibilización para unos y de una trampa para otros, en respuesta a las presiones de Europa.

La presión internacional se cierne sobre Cuba, que tras la última liberación pidió más al régimen comunista cubano. En España dos asociaciones cubanas recordaron que en Cuba hay unos 300 presos políticos que deben ser liberados de forma incondicional.