Óscar cumplirá 20 años a la medianoche. Dos de sus amigos, Carlos y Jonathan, no han decidido aún cómo celebrarlo y, mientras lo piensan, se toman sendos vasos de cerveza en la avenida Víctor Emilio Estrada.

Los tres son estudiantes universitarios, se conocen desde que estaban en el colegio, y el viernes por la noche escogieron ese lugar para dilucidar la sede de la fiesta de Óscar porque los tres recordaron “que en Urdesa siempre te puedes tomar unos tragos en paz”.

¿Lo hacen todo el tiempo? “No”, responde Carlos, riéndose un poco. “Nos reunimos para conversar dos veces por semana y bebemos”. Una costumbre que tienen desde los 14 años.

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La edad promedio en la que los adolescentes ecuatorianos empiezan a ingerir licor descendió en los últimos años. Antes ocurría entre los 16 y 17 y ahora sucede entre los 12 y los 13 años, según el estudio del año 2000 Consumo de drogas en estudiantes de enseñanza media del Consep (Consejo Nacional de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas). En el último lustro, el consumo de alcohol entre los adolescentes creció en un 150%.

Talvez por eso a Andrea, de 16 años, no le parece extraño que en las volantes de la fiesta que su curso organiza para irse de viaje el año que viene, se aprecie un dato, en letras  grandes, de que habrá barra libre.

“Eso es porque no siempre hay plata para comprar trago. Con la barra libre atraes a más público y se les puede ofrecer gratis cuba libre, o vodka con jugo de naranja, y ya no solo cerveza”, acota Andrea, quien talvez se jacta de preparar ese tipo de bebidas.

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En Ecuador, dos de cada tres estudiantes secundarios admiten que toman alcohol habitualmente, refiere el estudio del Consep. La primera copa y el primer cigarrillo llegan, en general, a los 13 años en los varones y a los 14 en las mujeres.

Según el sociólogo Roberto Vélez, el joven ecuatoriano está tan expuesto a los riesgos de consumir alcohol como las personas adultas. “Es un depresor. Los desinhibe, sienten que pueden ser honestos, por eso no beben con desconocidos”, opina Vélez.

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Adriana Merino, de 17 años, cuenta que el alcohol la acompaña cuando se divierte: “Cuando yo tomo con mis amigas, lloramos o morimos de risa sin pensar en nada más”.

La preferida de los chicos, según la encuesta del Consep, es la cerveza. (con el 36% de consumo). Siguen, entre las bebidas más solicitadas, el vino, el ron (combinado con frutas en tragos), el whisky y distintos tipos de licores, con porcentajes menores.

Entre los alumnos de secundaria que son bebedores, en el 62% de los casos, la frecuencia diaria de consumo es de 1 a 5 vasos de bebidas alcohólicas, y en el 10% de los casos, más de 20 vasos diarios.

El número y la precocidad de los adolescentes para ponerse en contacto con el alcohol y el tabaco, consideradas drogas sociales –por su legalidad–, son peligrosos porque se convierten en la puerta de ingreso hacia una patología conocida como adicción y pueden llegar a alternar cocaína y marihuana, según el psicólogo, Carlos Greco.

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Rosa Garófalo, de la Organización Mundial de la Salud señala que “mientras el usador consume los fines de semana, los abusadores lo hacen más de dos días a la semana, pero mantienen sus lugares vitales intactos, como el trabajo o el estudio. En cambio para el adicto toda su vida gira en torno al consumo”.

Si bien la ingesta de alcohol crece con los años, tiende a estabilizarse cuando los chicos cumplen los 17, expresa el documento del Consep.  A esa edad, 7 de cada 10 estudiantes de secundaria son bebedores. “Tiene que ver también la clase social. Unos toman Patito seco y otros vodka y ron”, refiere Garófalo.

El informe del Consep señala que el consumo de licor es mayor en los colegios privados y de jornadas matutinas de estudio. Aumenta en los alumnos que tienen problemas académicos (38% de ellos elige tomar bebidas alcohólicas). No existen diferencias significativas que relacionen la constitución de la familia del joven y el consumo de alcohol. Pero sí pesa, concluye el informe, la relación con sus amigos consumidores, la exposición a los medios y la facilidad para conseguirlo.

NI SOBRIOS NI EBRIOS


“Me parece que para tomar alcohol hay que tener la edad suficiente como para saber en lo que te estás metiendo.
Conozco amigos y amigas que tienen mi edad que han llegado a emborracharse en las fiestas. Se divierten cuando lo hacen. Yo nunca he tomado licor. Tal vez lo haga después, cuando sea un poco más grande, pero será solo para probarlo”.

Dariana Castillo, 14 años.

“Yo comencé a ingerir licor luego de cumplir los 16 años. Todas las semanas tomaba con mis amigos, y bebidas fuertes, como aguardiente, bebíamos para pasarla chévere, para divertirnos. Y hace poco noté que causaba estragos en mi físico, y lo hago menos. Ya no me reúno con los mismos amigos de antes, y eso ayudó bastante a mi propósito de dejar la bebida”.

Carlos Orellana, 21 años.

“El alcohol, en exceso, es malo para el cuerpo. Yo empecé a tomar desde que entré a la facultad, a los 18 años. Y empecé a beber bastante y con frecuencia junto a mis amigas. Siempre tomábamos cerveza. Después me di cuenta de que se me estaba volviendo un vicio, que además uno llega a perder el conocimiento, y lo dejé. Hay quienes pueden parar, y quienes no pueden”.

Susana Velastegui, 20 años.