El líquido es una necesidad en el sector por su falta, y un peligro en época de lluvia. La inseguridad es otro problema.

El agua tiene dos connotaciones para los habitantes de Los Vergeles, ubicado al norte de la ciudad: es una necesidad y un problema, pues cuando llega la temporada invernal provoca inundaciones.

Cada dos días, cuando a Benedicta Varela se le acaba el agua desembolsa 70 centavos de su bolsillo y se los paga a un tanquero para que le llene otro recipiente. Así, soluciona momentáneamente la falta del servicio de agua potable, que impera en esta zona.

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Pero cuando llega el mes de diciembre, Varela y sus vecinos se ponen en estado de alerta. Ellos reúnen 5 ó 10 dólares y se ponen de acuerdo para rellenar con piedras o cascajo afuera de sus inmuebles. Así evitan que el invierno anegue sus casas.

También construyen puentes con tablas de madera, que servirán como los únicos pasos para poder sortear los sitios donde se producen las inundaciones.

En agosto, cuando el lodo y los charcos desaparecen vuelve la realidad de unas calles polvorientas.

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“Esto en el invierno se nos va a pique porque no tenemos desfogadero. Hemos pedido varias veces que nos pongan relleno y alcantarillado porque los niños se enferman, pero las autoridades no hacen caso”, afirma Varela, quien habita en la villa 4, Mz. 316 B.

Al llegar a este barrio el visitante observa el siguiente panorama: los recipientes afuera de cada inmueble y sus moradores esperan por la mañana a los tanqueros para que se los llenen de agua; calles y veredas son irregulares, no tienen pavimento.

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Inconvenientes
Estos no son los únicos problemas en Los Vergeles. En la planilla de luz se paga $ 1,11 de alumbrado público (rubro adicional más alto), pero en la vía peatonal donde vive el morador Antonio Minaya no hay luminarias, por eso esa zona se ha convertido en la ruta de escape de las pandillas.

“En la calle principal sí hay luz, pero en las peatonales es oscuro”, explica Minaya.

“Roban bastante. Iban a poner un PAI (Puesto de Auxilio Inmediato) por aquí pero la Policía no quiere venir, ellos solo llegan hasta la avenida Francisco de Orellana, en donde se estacionan momentáneamente. Si alguien tiene un problema, tienen que buscarlos allá afuera”, reclama Willie Rojas, estudiante de 22 años.

Como medida de seguridad, los habitantes saben que cuando llega la noche deben cerrar sus puertas. Estas no pueden abrirse hasta el día siguiente; de otra manera estarían afectados por los robos.

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En la avenida 23 A, lo que más le preocupa a Mildred Bermello son los mosquitos que abundan en el lugar por una zanja ubicada frente a unos cuantos pasos de la puerta de su hogar.

“De aquí salen unos mosquitos que tienen unas pelusas que se nos pegan en la piel y provocan picazón”, afirma.

Este tipo de zanjas son comunes a lo largo de la vía.

Al igual que otros pobladores de Los Vergeles, Benedicta Varela frunce su ceño al recordar los problemas por la falta de servicios básicos.

“Estamos asustados porque dicen que va a venir (el fenómeno) El Niño. Por eso es que la gente tira relleno lo más que puede en las casas. Para la calle no tenemos, por eso ni los tanqueros entran en invierno y se coge el agua allá afuera. Aquí la gente hace lo que puede”.

BARRIO

CREACIÓN
El sector Los Vergeles (al norte de la ciudad) nació hace más de una década. La Municipalidad lo dividió en once etapas con la finalidad de legalizar las viviendas de 7.000 familias. Así lo anunció el director de Terrenos y Cabildos, Carlos Salmon, en noviembre pasado.

Habitantes
Se calcula que en Los Vergeles hay un promedio de 35.000 moradores.