La Biblia dice: “La justicia engrandece a la nación, pero el pecado –la corrupción– es afrenta de los pueblos”, Proverbios 14:34.

¿Se imagina qué contraste entre la emoción de saborear los logros de notorias estrellas como la de un hombre humilde como Jefferson Pérez, comparado con que nos digan que somos vicecampeones mundiales de la corrupción? ¿De quién es la responsabilidad, del pueblo o sus gobernantes?

Señores, hablemos de cambio, pero no de leyes, ni de gobiernos, sino de un cambio verdadero de corazón: “¿De dónde proceden las guerras y riñas? De las bajas pasiones, deseos y codicias. ¿Habrá alguno que pueda decir conmigo, ¡basta! ¿Hasta cuándo nos seguimos engañando?

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Víctor Villegas Urrutia
Guayaquil