Por suerte, el pueblo ha madurado, ya no es tan fácil engañar con demagogia, mentiras, ofertas imposibles de cumplir, y toda serie de maniobras ridículas por parte de los que destruyen nuestra ciudad.
Con el más agudo y acucioso discurso absurdo han pretendido convencer que la pobreza iba a terminar, el trabajo iba a abundar, los vendedores ambulantes podrían regresar al centro de la ciudad; que se construirían escuelas y colegios por doquiera; que el embellecimiento incuestionable de la ciudad estaba mal.
Ahora, los guayaquileños nos sentimos orgullosos de nuestra ciudad y somos envidiados por sus obras nuevas, sus proyectos, y por los planes por realizarse.
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Ciertos deben regresar a sus profesiones, aunque les costará recuperar credibilidad y popularidad. La ambición pudo más que la reflexión, solo así puede explicarse cómo algunos han pretendido opacar las obras realizadas.
La gente pensante que quiere a la ciudad, ha abierto los ojos para diferenciar lo tangible de lo dudoso, lo real de lo imposible.
Ing. José Benites Broos
Guayaquil