Los efectos de una delicada operación de corazón mantienen a Bernard Fougères en Rennes, a 300 kilómetros de París.

Resulta casi increíble pensar que hace tan solo tres semanas Bernard Fougères no podía sostenerse de pie y que estuvo al borde de la muerte. Lo encontramos en Rennes, a unos 300 kilómetros al oeste de París, la capital de su natal Bretaña y no solo que se recupera satisfactoriamente, sino además insistió en caminar dos kilómetros para ir a nuestro encuentro hasta la estación del metro y mostrarnos la ciudad donde creció. Y es justamente en la ciudad de su infancia donde estuvo a punto de encontrar la muerte.

En agosto pasado, Bernard vino a Francia para buscar a su esposa Evelina que se encontraba desde hace varios meses siguiendo un tratamiento médico. Fue justamente en el aeropuerto cuando Bernard sintió un fuerte dolor en el pecho que lo obligó a descansar un momento. El dolor cesó pero empezó pocos minutos después.

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Al llegar a Rennes, lo primero que hizo fue consultar un cardiólogo y el diagnóstico no dejaba duda, la válvula aorta ya no funcionaba y había que reemplazarla. La operación se decidió para el 13 de septiembre a las 13h00. “Yo no soy supersticioso”, nos dice Bernard, ahora que el susto pasó.

Luego de más de dos horas de operación, durante las cuales la circulación sanguínea se realizaba por medio de máquinas y el corazón se mantenía parado, llegó el momento de echarlo a andar, pero el corazón de Bernard se negó a funcionar.