La vida política, su pensamiento y las relaciones sentimentales y familiares de José María Velasco Ibarra contadas por el politólogo norteamericano Roberto Norris.

“El 28 de noviembre me dejaron solo, totalmente solo, absolutamente solo”. La frase es de José María Velasco Ibarra y resume su dramático paso por la política ecuatoriana, desde 1934 hasta fines de los años 1970. La frase aparece en la biografía de Velasco, titulada El gran ausente, que publicará Ediciones Libri Mundi el próximo 14 de diciembre en Art Forum (Juan León Mera y Wilson, Quito).

Se trata de la obra en dos volúmenes, del politólogo y catedrático norteamericano Roberto Norris, que durante dos décadas persiguió el rastro del político ecuatoriano, mantuvo correspondencia con él y, finalmente, dejó a su muerte, en 1993, esta inédita biografía de un Velasco Ibarra que aparece, en estas páginas, como aquel que escuchó “el grito de mi vocación que me impulsa a la acción, a la acción política”.

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Se abre la obra con la descripción del ambiente familiar de Alejandrino Velasco y Delia Ibarra, en el que José María vive la pasión y el odio que engendra la política.

¿El recuerdo más lejano?, preguntará Norris en la primera página del libro. Y Velasco le relatará el día en que vio regresar a su padre “magro y adusto”, de vuelta del panóptico donde lo había encerrado el gobierno de Eloy Alfaro.

La biografía, casi sin proponérselo, subraya las constantes en la trayectoria de Velasco: el modo como las coyunturas en las que participó como editorialista de prensa, profesor universitario y legislador, fueron tejiéndose a su favor; la influencia sobre él del entorno íntimo de personajes que labraban sus intereses a su costa y a sus espaldas (una mujer le precipitó a la dictadura en 1935); el drama que rodeaba a su imagen política, al extremo de que, el día oscuro de cada una de sus caídas anunciaba la llegada de un nuevo gobierno velasquista.

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Toda la vida política de Velasco parece resumirse en su relación intensa con las masas. La idea obsesiva de una democracia hecha en las calles y no en los clubes del liberalismo es el hilo conductor.

Constantemente se recupera al personaje que estableció el sufragio libre en el Ecuador y trasladó el escenario de la política a la plaza pública. Textos del propio Velasco que definían al “conductor de masas” como “el hombre que a la multitud le aclara lo que la misma multitud anhela y siente pero sin darse cabal cuenta”. O ese hombre que “representa un pensamiento individual correspondiente a una oscura pero irresistible tendencia social”, aparecen en las primeras páginas, que nos muestran al periodista y al pensador que estará envuelto en la vida política por intuición y azar.

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En la introducción a la biografía, Carlos de la Torre Espinosa, catedrático de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, recuerda que Velasco fue el primero en incluir las giras políticas por las provincias en sus campañas electorales; un hecho inédito, cuyo impacto lo relata Roberto Norris. Para De la Torre, si la política de Velasco Ibarra incorporaba a la población excluida o al margen de la institucionalidad, y la democracia se ejercía con la ocupación de espacios públicos, “el verdadero político... se sitúa más allá de las leyes y se convierte no solo en el intérprete sino en la encarnación del pueblo, por lo que puede disolver congresos, dar golpes de estado, encarcelar y golpear a sus opositores”.

“Es así como la lucha por establecer las libertades civiles queda supeditada a la voluntad y los caprichos del líder”, dice De la Torre. Y los caprichos y la voluntad del líder se convierten, en esta biografía, en la fuerza avasalladora del espíritu de Velasco.

La obra de Norris revela ese espacio personal que su vertiginosa vida política fue borrando, para dar paso al mito. Sus relaciones sentimentales; su pensamiento que rebasa el desordenado ímpetu del discurso de balcón. Pero siempre bajo una constante: la personalidad del líder y el confuso juego de intereses personales de la vida política ecuatoriana.

La obra se compone de dos secciones separadas por el ritmo y las temáticas que pone Norris.

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El primer volumen analiza el proceso de preparación de Velasco para llegar al poder en 1934, el primer fracaso y culmina con la consagración del líder en la revolución de mayo de 1944 y los sueños de la restauración, luego de la guerra fronteriza de 1941 y la firma del acuerdo de paz de Río de Janeiro. Allí están sus relaciones sentimentales y familiares, su entorno íntimo, las intrigas de 1935, el desastre de su primer matrimonio, el encuentro con Corina del Parral, los cabecillas que le buscarán para que “les dé consolidando” la revolución. Allí está el personaje que dice llevar en el alma “muerte, llanto, silencio”.

El segundo volumen es, realmente, la historia del gran ausente. La sucesión de gobiernos y de exilios. La soledad y el vacío rodeándole en el poder. La soledad y el exilio en los breves periodos entre uno y otro velasquismo.

Norris llega en la biografía hasta el cuarto velasquismo. Es un libro refrescante porque se centra en la figura del personaje más que en contextos sociológicos.