Franklin Guaita tiene un próspero negocio de expender injertos, enrollados, cachos y empanadas.
Quería poner un negocio que no hubiera en Madrid y lo consiguió. Franklin Guaita abrió Ecuapan hace seis meses, una panadería que vende el auténtico pan ecuatoriano. Lo distribuye en los locutorios, restaurantes, tiendas de barrios latinos, chinos y marroquíes de Madrid.
En la calle Río Ulla y Plaza de las Madres de Mayo, la veta de olor de pan recién salido del horno atrae a los ecuatorianos del barrio Pueblo Nuevo, distrito de Ciudad Lineal.
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Franklin empezó trabajando en una pastelería de españoles en Monterosas, en las afueras de la capital hace ocho años. Preparaba “tartas”, como les llaman los españoles a las tortas, y las repartía en negocios de hostelería.
De vez en cuando hacía pan ecuatoriano para regalar a los españoles. No podía bloquear un oficio que le viene en la sangre. Su familia tuvo cuatro panaderías en Santo Domingo de los Colorados. Su padre fue panadero y sus hermanos mantienen la tradición.
“El (pan) que hacía les gustaba a los españoles. Entonces mi jefe me propuso abrir un negocio. Yo me quedé callado porque esa era mi idea y lo quería hacer solo”.
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Con su trabajo logró reunir dinero para adquirir dos pisos (apartamentos). Vendió uno de ellos y con ese dinero montó una pequeña panadería en Villalba, la sierra de Madrid. Al mismo tiempo hacía tortas y las ofrecía a los restaurantes y locutorios de ecuatorianos.
El negocio prosperó y buscó barrio por barrio la mejor ubicación para su panadería. La zona de Pueblo Nuevo, distrito de Ciudad Lineal, aglutina a 14.500 ecuatorianos empadronados. El colectivo se ha convertido en la población número uno de la zona, seguida por los colombianos (4 mil).
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Tener a un chico haciendo pan para atraer clientes es “pura estrategia, porque la mayoría de pan la traigo del barrio Lucero”. En ese sector se ubica la fábrica que produce 3 mil panes que se venden cada día. Cachos, enrollados, injertos, panes de coco y empanadas son elaborados por ocho panaderos ecuatorianos.
Cada pan lo vende a 0,20 céntimos de euro y las tortas entre 20 y 30 euros. “Le va bien, a pesar de que no es barato la panadería pasa full”, dice Rodolfo Galarza, un vecino guayaquileño que a diario compra entre 10 y 15 panes para su familia.
Franklin obtuvo el registro sanitario, permisos y demás documentos. Invirtió 60 mil euros en local, hornos, materia prima, contratación de empleados y la camioneta con la que recorre Madrid.
Promocionó su negocio en algunas radios, repartió volantes en las bocas de los metros y contrató a un vendedor que consigue clientes en la calle. “Distribuyo el pan en restaurantes, en tiendas latinas, en el mercado Maravillas de Cuatro Caminos, en el de Tetuán y en el de Vallecas. Si la demanda crece yo también tengo que crecer”, dice sonriente.
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