Para muchos es un enigma que un presidente como George W. Bush, que impulsó la guerra contra Iraq con altos costos de vidas y materiales, en cuyo Gobierno hubo un desempleo tan alto y un déficit presupuestario excesivo, pudo haber sido reelecto.

Muchas causas se han esgrimido incluyendo que su contendor Kerry tocó puntos muy sensibles como el aborto y los derechos de los homosexuales, lo cual lleva a evaluar otros puntos, para muchos incomprensible, pensando que es un país paradigma de la democracia y las libertades.

Democracia implica no solo el gobierno del pueblo, sino el respeto a las ideas. Esto lleva a concluir que estos dos puntos, decisiones sobre el derecho a definir si desean o no traer un ser al mundo, y derechos de homosexuales como legitimizar su unión o la adopción de niños; son razones poderosas en la mentalidad norteamericana que no está dispuesta a transigir.

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Nos topamos con un espíritu puritano demostrado en anteriores contiendas en que el respeto a la familia y la fidelidad conyugal fueron debatidos con perjuicios para los que transgredían esos principios. No deja de ser interesante que un país con amalgama de razas y credos se una para mantener principios que para la mayor parte representan la base de la estabilidad social.

El espíritu nacionalista norteamericano ha llevado a respaldar a una persona que estuvo al frente de su Gobierno cuando este recibió el mayor golpe en su historia, el 11 de septiembre, en que constató que ante el terrorismo no existe poder. El hecho de que Bush haya desdeñado consejos de organizaciones internacionales que lo convirtieron en blanco de odios, podría ser una razón más para respaldarlo. Cada elección en ese país es una demostración de que cuales fueran los resultados, el país sigue su rumbo y su pueblo está siempre listo a arrimar el hombro y sacrificar sus intereses por el bienestar del país. Ejemplo digno de tomarse en cuenta.

Lourdes Álvarez Drouet
Quito