Estoy en deuda con algunos poetas que han publicado libros en los últimos tiempos. Digo mejor: estoy en deuda conmigo mismo, pues todo lo que atañe a la poesía me toca de manera profunda. Habría deseado escribir sobre todos los volúmenes y acerca del destino del escritor; de los misterios de su obra; de su lucha con las palabras para reinventarlas y redescubrirse a sí mismo.

Entre esos poetas a que hago referencia se encuentra Gonzalo Espinel Cedeño, autor de cinco poemarios que se caracterizan por la profundidad y la delicadeza, la maestría formal y la melancolía; el humor que a veces desemboca en sarcasmo, y la extremada sencillez que en una crónica literaria yo comparaba con la obra de Francis Jammes y de Jorge Carrera.

Invito a los lectores a realizar un viaje por los libros publicados hasta hoy por Gonzalo Espinel: Estatura de la hierba, Arenas al viento, Láminas del agua, Vertiente honda y Árbol con alas. En todos ellos descubrirá ligados estrechamente al artista que vuela sin tregua y al artesano que golpea con el martillo del estilo la piedra que será transformada para bien de la belleza.

Como mejor que hablar de la manzana es darle un mordisco, ofrezco al lector unos fragmentos tomados de Árbol con alas. “Es cierto que la luz está vencida/ y cuando de preguntas la circundo,/ se lleva las respuestas con la vida./ Y al fin solo la calma me levanta,/ pues de tanto escarbar en lo profundo/ ya tiene tiempo que la paz no canta”. (Testimonio). “Esta cabeza que en la calma grita/ y en batalla se inclina con el viento/ lleva el peso del mundo y su lamento/ y el mundo mismo en su pasión gravita./ Nadie sabe del mar donde naufraga,/ de la orilla sin luz de donde viene/ ni del sitio final donde se apaga./ Tiene un hilo de paz que se le vierte/ y un cuello de animal que la detiene/ en su viaje perenne hacia la muerte”. (La cabeza).

Gonzalo Espinel ha recibido numerosas preseas, entre las que destaco: Primer Premio del Concurso Ismael Pérez
Pazmiño, 1968; Primer Premio del Concurso Medardo Ángel Silva, 1976, instituido por la Municipalidad de Guayaquil; y Primera Mención de Honor en el Concurso del Poema Mural organizado por el Patronato Municipal de Bellas Artes de Guayaquil, 1966.

Pudiera bien decirse –un poco en serio y otro poco en broma– que el poeta es un hombre que lleva la contraria a los practicantes de las modas literarias. Decirse que hacen falta audacia y valentía para insistir en el uso del soneto, cuando ha pasado su época de esplendor.

Pero veámoslo desde otro ángulo: el soneto es y será una forma excelente de escribir poesía, mientras existan en el mundo destacados poetas que lo utilicen. Que se atrevan a invadir su coto cerrado, su jardín prohibido. Y esto lo realiza con buen éxito Gonzalo Espinel Cedeño.