Si alguien esperaba que los mandatarios de la región se reuniesen para delinear sugerencias claras de cómo mejorar el sistema educativo, se habrá llevado una gran decepción.
Lo único que se escucharon fueron buenas intenciones: “no hay cosa más importante (...) en nuestros países que (...)  invertir en la educación de nuestros niños, de nuestros jóvenes”, dijo el Presidente al llegar a Costa Rica.

Al concluir la Cumbre, los resultados fueron muy pobres.
Cierto es que el Primer Mandatario regresó triunfal con una declaración de apoyo a su gobierno, pero sobre el tema central apenas se hizo un tímido llamado a la comunidad internacional a canjear deuda externa por educación. En los debates esa problemática estuvo ausente.

Este desinterés común debería preocuparnos porque recientemente la prensa recordó el Día Nacional de la Educación dando cuenta de sus carencias. Aunque la Constitución señala que el 30% del Presupuesto General del Estado debe destinarse a la educación, las proyecciones del 2005 son del 12,6%. Las asignaciones a los colegios fiscales cubren solo la nómina de empleados y profesores, y no alcanzan para infraestructura, pago de servicios básicos o capacitación de maestros.