Rusia, al mismo tiempo que está cerrando su herida marxista, que la redujo a potencia de segundo orden, va retomando algunos valores humanos e integrándose en el concierto de las naciones con voz cada vez más potente y positiva. Anatoli Torkunov, rector de la Universidad estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, nos da, en su entrevista concedida a Pierluca Azzaro, la imagen de la política exterior y en ella una estampa nueva de la Federación Rusa en el mundo. Ya que la diplomacia es un arte, como lo es la pintura, la música, la poesía, debe, ella también, dejarse inspirar por los valores de la humanidad. Torkunov afirma que la dirección principal de la acción diplomática es la defensa de la persona, más allá del puro pragmatismo y de la lógica del poder. La opinión pública, en consecuencia, será necesariamente tenida en cuenta. Hoy la diplomacia debe ser más sensible a las instancias planteadas por la sociedad civil y ser más humanitaria; lo que significa principalmente trabajar por la defensa de la paz y de la persona. Es la cara opuesta de la práctica de ataques preventivos, que quiere imponer la actual potencia unipolar.

El diplomático ruso afirma, como segundo factor de la política, que todos los países, especialmente las potencias, deben tener en cuenta los problemas que conciernen a la comunidad humana en su conjunto: la diferencia creciente entre países ricos y países pobres, la salvaguarda del medio ambiente, la falta de agua potable para millones de seres humanos, la cuestión de la desertificación de la selva amazónica, la proliferación de armas de destrucción masiva y los muchos conflictos que llegan a la fase armada.

Se trata, dice, de cuestiones que en sí mismas son de política interior, pero que alarman a la comunidad humana en su conjunto.

Esta orientación humanista explica el que la Federación Rusa ya firmó el tratado de Kyoto para defender el medio ambiente de la contaminación. A contraluz, Estados Unidos, a pesar de ser la potencia que más envenena el ambiente y la que más armas produce y vende, se niega a firmar este tratado.

Torkunov afirma que se está perfilando la tendencia a formar comunidades de investigación cultural y científica y redes de expertos de varios ámbitos del saber: a mayor número de personas físicas y morales de diversos países que participen en encontrar solución a la salvaguarda del medio ambiente, a la ingeniería transgénica, es decir, al proyecto del desarrollo estable y sostenible, habrá mejor distribución de bienestar a todos los países. Se requiere, pues, una creciente participación de representantes del mundo de la cultura, de la ciencia, de la industria, de los negocios y de exponentes de prestigiosas organizaciones no gubernamentales.

Los grandes políticos, atendiendo los importantes desafíos de la humanidad, dejan la enseñanza de la fábula de los conejos, que discutían si los perros que los perseguían eran galgos o podencos. En la discusión perdieron el tiempo y la vida.