Los libros ‘Huésped de sangre’ y ‘Crueldades’ son un ensayo y traducción, respectivamente, del trabajo literario del escritor quiteño Alfredo Gangotena. Ambas  obras las publicó recientemente  la Corporación Orogenia.

La  Corporación Orogenia, editora de la revista de poesía y ensayo País secreto, ha publicado en estos días dos libros que dialogan entre sí. Los dos sobre un mismo poeta: Alfredo Gangotena.

El uno, Huésped de sangre, de Virginia Pérez, se ocupa de descifrar las múltiples lecturas de uno de los mayores escritores ecuatorianos de la primera mitad del siglo veinte.

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El otro, Crueldades es la traducción de aquella obra poética de Gangotena escrita en francés y que aún no tiene una versión en español.

Los dos, a su manera, son un intento por traducir una poética que el Ecuador se encaprichó en ignorarla hasta hace muy poco tiempo. Apenas un extraordinario esfuerzo de Filoteo Samaniego por traducir y publicar su obra en 1956, y una edición bilingüe de Tempestad secreta, publicada por Libri Mundi en 1992.

¿Cuál fue la imperdonable culpa de Alfredo Gangotena?

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Concebir su obra en francés y vivir en soledad su creación, sin participación alguna en los movimientos literarios ecuatorianos de los años 1920, 1930 y 1940, precisamente cuando el compromiso político invadía toda la vida literaria y artística del país.

Talvez tampoco la intelectualidad del país le perdonó que en 1928 haya traído consigo al mordaz e implacable poeta Henry Michaux, que escribió un libro, Ecuador, que desnuda a un país provinciano, pintoresco, a momentos absurdo e incomprensible, particularmente desigual, con una población india excluida y esquilmada.

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En realidad, Gangotena no fue el solitario y enigmático personaje que, según cuentan, desde su retorno de París se encerró en una hacienda de su propiedad cerca de Quito. Su obra es solitaria. Pero él fue el carismático personaje, aunque de pocos amigos, que se divertía asistiendo a las funciones del cine mexicano en el Teatro Variedades, armado de una libretita para calcular el volumen de muertes que arrojaba el melodrama y medir así el éxito de la película. O al que era posible encontrar sentado al borde de una vereda en conversación con una amiga.

La ironía presente en su vida, no aparece en su obra, una poesía extremadamente hermética, constantemente visitada por las angustias que la enfermedad de Gangotena provocaba: la hemofilia. En su análisis, Virginia Pérez dice: “Gangotena habitaba un cuerpo enfermo. Su visión de la vida estaba atravesada por su condición, conciencia permanente del latir de venas y arterias, sensación de la precariedad de la vida, de la corrupción de la sangre”. Finalmente, la fragilidad física de Gangotena apresurará su muerte, ocurrida en Quito a los 40 años.

Pérez ha logrado lo que para ella es indispensable frente a la obra de Gangotena: demanda una búsqueda de llaves de comprensión. El libro comparte el hermetismo de Gangotena. No es una visión pedagógica de su poesía. Es casi un texto paralelo, un poema sobre un poema.

Por su parte, Cristina Burneo y Verónica Mosquera emprenden en otra forma de aproximación y desciframiento de la poesía de Gangotena: traducirla.

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Traducir es una forma de reescribir un texto. Ningún texto poético desemboca en la misma versión en un idioma extraño. Son tan diversos los destinos de cada lengua, crecen las lenguas en parajes y sensibilidades tan distintas, que los significados de las palabras, a pesar de los diccionarios, no son los mismos entre uno y otro idioma.

Cada lengua es una visión del mundo, dice Octavio Paz. Y agrega que el sol que canta el poema azteca es distinto al sol del himno egipcio, aunque el astro sea el mismo. “Hecha de ecos, reflejos y correspondencias entre el sonido y el sentido, la poesía es un tejido de connotaciones y, por tanto, es intraducible”, afirma Paz.

Sin embargo, no renunciamos a la traducción. Y el mismo Paz no muestra el camino para hacerlo, cuando afirma que para el buen traductor su punto de llegada es un poema análogo, ya que no idéntico al poema original.

Cada texto es, a su vez, la traducción de un texto anterior. Toda la literatura es un solo texto infinidad de veces y en muy distintos lugares y lenguas, abordado, recopiado, traducido, traicionado.

Finalmente, es y no es un azar que País Secreto haya juntado estos dos libros. Las dos autoras trabajaron independientemente; sin embargo, lo que Pérez hace, es descifrar aquello que Burneo y Mosquera van a traducir. Pérez describe el proceso que Burneo y Mosquera han de atender en la traducción.

Crítica y traducción son dos operaciones gemelas.

Estos dos libros constituyen un juego de lecturas a dos voces en torno a Gangotena.

Y las tres autoras pertenecen a una nueva generación formada rigurosamente en el análisis y la interpretación de la literatura, una versión de crítica y ensayo que le hacía falta al Ecuador. Virginia Pérez ha trabajado varios años en torno a la obra de Gangotena. Y Cristina Burneo obtuvo el Premio Aurelio Espinosa Pólit, precisamente por su obra como traductora.