Meses atrás la iniciativa provino de Unicef, que comparó al Ecuador con países africanos en cuanto a la propagación de la enfermedad; ahora le ha tocado el turno a un delegado de la ONU, quien asegura que el sida  alcanzó el estatus de epidemia en nuestro territorio.

Mientras que en el ámbito local, médicos, portadores del virus, familiares de los enfermos y organismos no gubernamentales especializados coinciden en que la situación  es muy grave y que asistimos a una explosión del número de personas contagiadas con el VIH.

Sin embargo, no se observa una reacción equivalente por parte de las autoridades nacionales de Salud. Hasta hace pocos meses, funcionarios del ramo nos aseguraban que la enfermedad se hallaba bajo control, y proporcionaban cifras que mostraban un supuesto retroceso en el número de contagiados. Los programas de Salud que se anuncian no incluyen el sida entre sus objetivos principales.

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¿Cómo se explica este desbalance? ¿A la falta de recursos? ¿A prejuicios morales con relación a una enfermedad que en algún momento se la convirtió casi en una superstición?
Sea cual fuese el motivo, el asunto deberá ser debatido de manera amplia y con urgencia. No cabe que a una epidemia mortal se le dé una respuesta solo burocrática.