Nuestro país tiene tradición presidencialista conforme la tendencia histórica del continente, por lo que el sistema parlamentario es más bien predominante en Europa como derivado de las monarquías constitucionales.

Considerando las experiencias poco satisfactorias en Ecuador, y los graves vicios de nuestro sistema legislativo –reflejo del caciquismo político populista– en particular la inestabilidad que esto genera con el ejercicio de la administración por parte del Ejecutivo, vale la pena estudiar las posibilidades de acoger aspectos positivos de uno y otro sistema, sin vulnerar nuestros fundamentos constitucionales; a fin de que el Presidente represente la soberanía nacional como Jefe del Estado, y no como gestor directo de la administración y estar sujeto al manoseo político habitual.

Podría designarse un primer ministro como jefe de gobierno con la intervención del Parlamento, pudiendo ser removido cuando las condiciones lo exijan, haciendo viable las autonomías ya ordenadas en consulta popular, con las siguientes propuestas: voto voluntario a nivel nacional para Presidente de la República y el Parlamento; voto obligatorio a nivel seccional (gobiernos provinciales y municipales); elecciones distritales para los legisladores, uno por cada 300 mil habitantes sin perjuicio de la división política, las provincias que no tengan esa población deben tener un legislador; cada provincia elige un parlamentario provincial; dividir el Parlamento en dos cámaras: legislativa (para legislar) y parlamentarios o diputados provinciales (para fiscalizar).

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El Mandatario designaría una terna para primer ministro ante el pleno del Parlamento, que debe elegir al funcionario o este queda designado por el ministerio de la ley; el Parlamento solo tendría 22 diputados provinciales que fiscalicen las funciones del Estado.

Ab. Geo Chambers Hidalgo
Guayaquil