La testigo clave del caso Fybeca, y la única detenida acusada del supuesto robo, ha cumplido un año presa sin sentencia y podría ser puesta en libertad. Ella dice que es inocente, víctima y que tiene miedo.

Hoy, Seydi Vélez, de 22 años, cumple un año y un día detenida por el supuesto robo que se dio en la farmacia Fybeca de la Alborada, el 19 de noviembre del año pasado.
Según la ley, ella podría salir libre ya que la Constitución prohíbe retener a un preso más de un año sin sentencia.

Vélez fue la última persona que reporta haber visto con vida a su tío Erwin Vivar y a dos hombres que podrían ser Johnny Gómez y César Mata, los tres presuntos desaparecidos de este caso.

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En la Cárcel de Mujeres de Guayaquil, rodeada de sus abuelos, madre, tíos y abogado, Seydi da una entrevista en la que calcula cada palabra. “Antes de esta pesadilla, mi vida era muy tranquila”, dice Seydi Vélez. Ella estudiaba publicidad en la Universidad Laica Vicente Rocafuerte.

Trabajó durante un año en el edificio World Trade Center, como secretaria de un bufete de abogados. Pero dice que se había quedado sin empleo y Erwin Vivar, esposo de su tía, Mireya Vélez, trabajaba como chofer en Taxi Amigo, donde necesitaban una telefonista.

Según su versión, Seydi Vélez y Erwin Vivar se dirigían a aplicar a ese empleo, el 19 de noviembre del 2003, cuando, en Sauces, fueron interceptados por tres hombres en un auto blanco. Dos de ellos se llevaron a Seydi y el otro “agarró” a Vivar, dice Vélez.

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Los dos individuos que se llevaron a Vélez, según ella, la amenazaron para que los ayudara a robar la farmacia.

Ya dentro del local, el captor de Seydi nunca se separó de ella, y la condujo al segundo piso, indica Vélez.

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Varios empleados de la farmacia testificaron que Seydi los amenazó con un cuchillo y que ordenó que se acostaran en el suelo. Ella asegura que nunca tuvo en sus manos un cuchillo, sino un bolso donde, por orden de un asaltante, metió unas radios.

“Escuché las detonaciones. Bajé y vi que estaban en el piso (cuerpos), con sangre, humo. La policía me sacó (de la farmacia), y me alivié, porque pensé que estaba protegida; no sabía que ese era el principio de todo el infierno”, dice.

Según Vélez, le pidió a un policía que no la dejara sola.
“De ser delincuente me hubiera fugado, tranquilamente. El error mío, y por eso me acusan, es que tenía en mis manos el bolso con las radios. Pero es que estaba en shock”, refiere.

La Policía anunció ese día que Vélez era la única detenida por el supuesto atraco. Por diez días estuvo incomunicada en la Policía Judicial del Guayas, no le permitieron hacer llamadas ni ver a su familia. “Cuando me investigaron, (los policías) me dijeron que yo había asaltado un banco en el San Marino, que tenían videos, que había pertenecido a la banda Dulces Sueños, que tenía un alias. Me gritaban, me acusaban de mil cosas. Lo hacen para dañarte psicológicamente, y sí, lo consiguen”.

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Entonces, Seydi Vélez firmó una declaración que hoy niega. El documento dice que Miguel Quishpe y Richard Tello (dos de los abatidos) habían interceptado a Seydi a la salida de una fiesta el 20 de octubre (un lunes), a las 02h00, y le habían amenazado para que los ayudara en un asalto. Expresa además que su tío Erwin Vivar fue “llevado aparte” por César Mata mientras ella participaba en el robo.

Por esta confesión, el fiscal Héctor Vanegas imputó a Vélez por el atraco.

“De mis labios nunca salió (la primera declaración) sino de las personas que estaban alrededor mío (los policías). No estuvo mi abogado presente, me hicieron firmar”, sostuvo.

Luego de permanecer cuatro meses en la PJ-G, Seydi fue trasladada a la penitenciaría, e inmediatamente solicitó dar una nueva declaración. El 15 de mayo, en una audiencia preliminar en el Juzgado 7º de lo Penal, se declaró inocente y aportó información clave para este caso.

Vélez reveló que, luego del operativo, la Policía la subió a un Nissan Pathfinder rojo, donde vio a un hombre gordo con el rostro cubierto con una camisa roja, y que luego metieron a otro con la cara tapada por una camiseta blanca, presuntamente César Mata y Johnny Gómez. Agregó que escuchó que este último les pedía a los policías (“que luego supe eran Sergio Gaibor y el ex agente Érick Salinas”, dijo), “que le suelten un poco las amarras, que le dolía, y uno de ellos le respondió: No importa, igual vas a morir”.

Subrayó además que, en la PJ-G, “el sargento Sergio Gaibor me repitió durante horas lo que tenía que decir”.

Ahora Seydi siente temor por haber hecho esas acusaciones. “Tengo miedo, me siento sola, me siento triste, estoy lejos de mi familia. Por ver y oír, estoy donde estoy. Por eso prefiero hacerme la sorda, la ciega y la muda, como que nunca pasó”, dijo.

La madre, Gloria Vélez, interviene. “Cuando ella habla de este tema nadie puede dormir porque pensamos que en cualquier momento puede entrar alguien a hacerle daño”.

“Solo ponga que es una víctima, que pide la libertad”, dice su abuelo, Francisco Vélez, “ella corre peligro”.

Esta es una familia en extrema tensión, la madre está al borde de las lágrimas, el abuelo levanta la voz para pedir justicia y Seydi Vélez dice que lo único que quiere es que todo se acabe, que simpatiza con las familias de los desaparecidos porque uno de ellos es su tío, pero que no quiere aportar más detalles. Solo quiere salir de la cárcel, ir a la casa de su abuelo en Salinas, y “nunca más pensar en esto”, añade.