“Mami, ¿por qué no tienen camiseta?”, fue la inocente pregunta que me hizo mi hijo de 5 años, cuando pasábamos junto a una valla de publicidad que mostraba a tres mujeres con el torso desnudo, aunque semicubierto estratégicamente por unos grandes zapatos deportivos, que era lo que se quería publicitar.

¿Qué contestarle a un pequeño? Se me ocurrió decirle que esas mujeres de la valla estaban confundidas, que no se preocupara, que lo correcto era lo que él estaba acostumbrado a ver en su ambiente habitual; es decir, a mujeres vestidas, y que seguramente, el señor que hizo el letrero estaba equivocado también.

¡Cuán errados están quienes creen que de esa manera están haciendo publicidad!
Los profesionales saben que hay que comunicar de manera eficaz vendiendo, pero observando normas éticas básicas indispensables. Lo otro es un burdo remedo de publicidad, que de forma inmisericorde irrumpe en el campo visual de transeúntes, lectores, televidentes; teniendo que soportar imágenes vulgares con el peligro de un acostumbramiento sutil y progresivo, sobre todo en los más pequeños, que puede modificar patrones rectos de pensamiento y conducta.

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Marilú Arosemena de Ginatta
Samborondón