Con ese objetivo se lo ha utilizado ocasionalmente en la literatura especializada. Pero su empleo puede ser peligroso más allá de cierto límite, sobre todo al ingresar en el ámbito de la justicia y del derecho, donde se presta para confusiones y abusos.

A lo largo de la historia hemos visto cómo gobiernos y regímenes totalitarios apelaron al recurso de mezclar responsabilidades para acallar a sus opositores, obligándolos a responder por actos de sus amigos, parientes o coidearios. Así rápidamente se cae en la demagogia, y de allí que debamos permanecer vigilantes para que tal cosa no ocurra.

En el Ecuador los que detentan el poder político y económico han empleado sus lazos familiares para conseguir prebendas fáciles. Hacen falta correctivos urgentes para que tal cosa no siga sucediendo. Que se cobren las deudas que haya que cobrar y que se vaya en eso hasta el fondo. Pero la salud del sistema democrático impone que no se le endosen a nadie culpas o deudas ajenas.

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Esta es una norma sagrada que nadie debe violar. De otro modo se sientan precedentes que más tarde o más temprano serán utilizados ya no contra los que sí emplean su apellido para abusar del poder, sino contra cualquiera que incomode al gobernante de turno.