Brasil llega distendido al partido. Tan suelto que ningún diario, revista, sitio de Internet, radio o televisión dedicó una línea o un minuto al partido con Ecuador. El único que estará pensando en el partido debe ser Parreira.

Y no es soberbia. El poderío es tal, que no hay cómo preocuparse. Aunque pierda, el boleto al Mundial no peligra en absoluto.

Pero nadie gana con el currículo. Hay un partido que jugar. Y será bravo, porque si bien Brasil llega con todo el arsenal, Ecuador lo espera con la artillería en pleno. Suárez puede poner este miércoles su mejor equipo posible. Hasta se puede permitir el lujo de mandar a Salas al banco.

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Es bueno tener en claro una idea: la altura sola no gana.
Esa ventaja hay que apoyarla con juego. Siempre se dice: “Hay que jugar con inteligencia”. ¿Y el que no es  inteligente, qué hace? Juega concentrado, marca, corre, deja el alma en la lucha, trata de asegurar la pelota y aportar su cuota de habilidad.

Si los once ponen eso, la victoria no será utópica ni esquiva. Y un triunfo ante Brasil sería el envión anímico que este proceso necesita para pelear decididamente por un lugar en Alemania 2006.