El retorno de los lectores a la temática relacionada con los sobrevivientes de los campos de concentración ha traído de vuelta en las librerías obras como ‘La memoria del siglo’.

Un día, iniciada la década de 1990, Jorge Semprún visita en Alemania lo que fue el campo de concentración de Buchenwald, del que fue “huésped” durante una etapa del fascismo, y se pregunta por su vida “sobrevivida”, cuando, tal vez, como miles de gitanos, judíos, comunistas, podría haber muerto.

Años más tarde, en 2001, Semprún volverá sobre la misma pregunta, esta vez para respondernos con el secreto de su sobrevivencia: otro prisionero fue sepultado con su nombre, y él, el comunista Semprún perseguido por la Gestapo, sobrevivió con el nombre prestado del difunto. Se trata del libro Le mort qu’il faut traducido como Viviré con su nombre, morirá con el mío.

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Un año más tarde, otro escritor, sobreviviente también de los campos de concentración (desde los 15 años estuvo primero en Auschwitz y luego en Buchenwald y todavía recuerda con emoción las caídas de sol), ganaba el Premio Nobel de Literatura: Imre Kertész.

En su última novela, Liquidación”, en la que un editor vuelve sobre los manuscritos de un amigo para encontrarse con su propia vida, se lee: “Él quería atrapar Auschwitz en su propia vida, en su vida cotidiana, tal como vivía el día a día. Quería registrar en sí mismo (…) las fuerzas destructivas, la necesidad de sobrevivir, los mecanismos de adaptación, así como en otros tiempos los médicos se inyectaban veneno para comprobar en ellos mismos el efecto”.

Auschwitz es, por tanto, imposible de olvidar, se hace carne de los que pasaron por él. Algunos de ellos para suicidarse muchos años más tarde.

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¿A qué vienen todas estas reflexiones?  A propósito de un hecho editorial de estos últimos meses: el retorno de los lectores, a la escritura originada en quienes sobrevivieron a los campos de concentración, como una especie de meticulosa reconstrucción, a través de la lectura, de los momentos más dramáticos del siglo XX y la Segunda Guerra Mundial.

¿Se trata de reatrapar Auschwitz, volver a registrar -en paralelo con la novela de Kertézs- las fuerzas destructivas, la necesidad de sobrevivir? ¿Se trata de un simple boom editorial?

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En efecto es posible volver a encontrar en los anaqueles de nuestras librerías, los textos desgarrados de un Jean Amery, que pasó por los campos alemanes de Gurs y Auschwitz, y que finalmente se suicidó en 1978, luego de haber escrito su “discurso sobre la muerte voluntaria”. O las obras del propio Semprún, sin duda también del Nobel Kertézs —La bandera inglesa (1991), Diario de la galera (1992), Yo, otro (1997)-, de Primo Levi que se suicidó en 1987. También las obras de Hanna Arendt, la confidente de Martin Heidegger, el filósofo que llegó a ser figura destacada del Nacional Socialismo; pero que, paradójicamente, siendo él cercano a los nazis y ella judía exiliada, supieron sobrevivir juntos.

Se trata también de un hecho editorial en español, cuando Galaxia Gutemberg  y Círculo de Lectores, dos de los mayores sellos editoriales españoles, han iniciado, tal como informa la prensa, una colección con los textos de las figuras cimeras de ese periodo.

La colección se titula La memoria del siglo, y bajo la dirección del novelista español Antonio Muñoz Molina, recoge textos fundamentales de las víctimas del nazismo y el estalinismo.

Ya se han publicado obras de Primo Levi, Mihail Sebastian, Paul Steinberg; también de Evgenia Ginzburg (que a pesar de haber sobrevivido a los campos estalinistas, declara “estábamos moralmente muertos”) y de Mariano Constante.

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Entre las obras de próxima aparición se encuentran textos memorables como Prisionera de Hitler y Stalin de Margarette Buber-Neumann, disidente comunista alemana que tras vivir dos años en campos de concentración soviéticos, fue entregada por órdenes de Stalin a la Gestapo y confinada en un campo nazi, para finalmente morir en una fecha emblemática de fin del siglo XX: el día de la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. Buber-Neumann escribirá la extraordinaria biografía de otra condenada: Milena Jesenska.

La biblioteca se completará con textos de Anna Larina, Nadezda Mandelstam y Robert Antelme (La especie humana), escritor que nos entregó una de las más heroicas definiciones de la sobrevivencia de los condenados: “Para resistir, es necesario que cada uno de nosotros salga de sí mismo, es necesario que se sienta responsable de todos”.

También Galaxia Gutemberg ha anunciado la publicación de la obra Gulag de Tomasz Kizny, que incluye más de 550 imágenes, la mayoría de ellas inéditas.