Ajeno a las denuncias de especulación y contrabando, pero consciente de que el valor del arroz subió, Epifanio Mosquera pasa la mayoría de los días con los pies metidos en el fango sembrando o fumigando el grano indispensable de la canasta básica, para lo que ellos llaman la cosecha de invierno.

Él recibe un salario de ocho dólares diarios por trabajar la tierra o ayudar en cualquier menester en la piladora en horarios que empiezan a las 05h00 y se prolongan hasta las 17h00.

“La paga es mejor que la de otros compañeros que ganan cinco y seis dólares, pero lo bueno es que tenemos un jefe que nos ayuda en cualquier problema que tengamos”, señala.

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El jornalero indica que la bonanza del arroz no les ha llegado a ellos. “Cuando hacemos trabajo extra se nos reconoce un dinero adicional, pero no es que se nos subió el salario”, explica, a modo de consuelo.

Otro grupo que se siente perjudicado porque no aumentaron sus ganancias son los dueños de pequeñas parcelas.

Antonio Chávez, de la Federación de Asociaciones Agrícolas de Los Ríos, que agrupa a más de 4.000 socios, asegura que el arroz está en manos de los comerciantes que acaparan el producto. “Lo compraron en 15 a 18 dólares y hoy lo venden a 25 dólares y otra parte guardan para cuando el precio llegue a 30 dólares el próximo año”, indica el agricultor.

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Admiten que el contrabando de arroz a Perú es una de las causas de la elevación del precio.

Walter Anchundia, otro dirigente de este gremio, dijo que el momento en que ellos manejen la comercialización directamente al consumidor obtendrán las justas utilidades que merecen.

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“A nosotros los grandes comerciantes siempre nos perjudican en peso, humedad e impurezas del arroz”, dijo.

Agregó que por estas razones muchos agricultores abandonan el cultivo de arroz para sembrar otros productos o se dedican a proyectos de microempresa.