Dos animadores de entusiasmo desbordante y vigorosos pulmones; un grupo de agraciadas modelos cuyo trabajo consiste en llevar de la mano a los participantes y moverse sin parar al ritmo pegajoso del enlatado de moda; un limitado repertorio de juegos elementales, poco ingeniosos, que se mantiene inalterable en la televisión desde los tiempos de ‘La feria de la alegría’, a mediados de los noventa; un guión que, en su mayor parte, gira en torno a las menciones y canciones de las firmas auspiciantes... ‘A todo dar’ lleva haciendo lo mismo desde hace años: copiarse y vender publicidad.

Este show repetitivo e incapaz de renovarse no es un programa concurso: es una fórmula comercial disfrazada de programa concurso. Cada juego es, en sí mismo, publicidad, de suerte que los contenidos publicitarios ocupan más del setenta por ciento del espectáculo. Es una manera de rentabilizar al máximo el tiempo de televisión sin necesidad de pensar nada a cambio, de inventar nada a cambio, de proponer nada a cambio.

Pensar, inventar y proponer son verbos subvalorados en la televisión nacional. De hecho, ‘A todo dar’ no necesita conjugarlos para ser un eterno nominado a los premios más importantes (por ser los únicos) de la industria: los premios ITV. Este año, ‘A todo dar’ puede ser proclamado, nuevamente, “Mejor programa de variedades y concursos”. Y sus animadores, Gabriela Pazmiño y Frank Palomeque, cuyo trabajo consiste en repetir eslóganes y hacer gritar al público, pueden llevarse una vez más el premio a mejores animadores en la misma categoría.

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‘A todo dar’, Pazmiño y Palomeque fueron seleccionados por el voto de 500 personas relacionadas con el medio televisivo y del entretenimiento. El ITV dice, en su página web, que también se consultó “al crítico más importante de todos, el público televidente”, pero eso no está nada claro: que yo recuerde, en las últimas semanas la televisión nos ha invitado a votar por nuestra candidata a Miss Mundo, a pronunciarnos a favor o en contra de la píldora del día después y hasta a decidir si el Presidente se va o se queda, pero en ningún momento se nos ha pedido elegir a nuestros favoritos para los premios ITV.  Por lo tanto, no es justo que se nos trate de responsabilizar por este desaguisado. La lista de nominados refleja exclusivamente lo que la industria de la comunicación y el entretenimiento piensa y aspira de sí mismo.

Las categorías relacionadas con la ficción y el entretenimiento son las más reveladoras. Nos muestran una televisión autocomplaciente, repetitiva y en franco retroceso. ‘A todo dar’ es el ejemplo más representativo de todo esto, pero hay otros aun más patéticos. En la categoría “Mejor serie dramática”, por ejemplo, los nominados son ‘Archivos del destino’, ‘De la vida real’ y ‘Jocelito’. Los dos primeros pertenecen al cuestionado y dudoso género del “dramatizado”, que no ha reportado novedades significativas desde su invención. El tercero, que también aspira a un premio en la categoría “Mejor libreto original”, es un híbrido de sainete en formato de telenovela, con historia lineal, moraleja predecible y diálogos deslustrados y huecos sobre amores unidimensionales. Y para terminar, un protagonista (Fernando Villarroel, nominado como “Mejor actor dramático”) que no pasa de ser una caricatura desprovista de todo aquello que convierte a una figura de ficción en personaje hecho y derecho, a saber: transiciones anímicas, interacción con antagonistas, proceso interior, etc. Jocelito no es un personaje, es un monigote sin rasgos humanos reconocibles.

Y mientras se lo consagra a él y a los dramatizados con sendas nominaciones, otras producciones con más méritos son excluidas olímpicamente. ‘Los HP’, por ejemplo, serie a la que se le puede oponer mil reparos políticos, pero en la que se reconoce un estilo definido, personajes bien trazados y una estructura narrativa compleja, en ocasiones sorprendente. ‘Los HP’ se esfuerza por encontrar su propio lenguaje visual, expresado en el tratamiento de la luz y las texturas, así como en la voluntad de hacer hablar a la cámara, rasgos todos ellos inexistentes en las series que sí fueron nominadas.

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Las cosas no andan mejor en la comedia, donde dos de cada tres nominaciones recaen sobre los programas ‘Vivos’ y ‘Ni en vivo ni en directo’, representantes de un estilo de sketch que se inició a fines de los noventa y, desde entonces, no ha hecho sino involucionar a pasos acelerados. Involución es, por ejemplo, el proceso seguido por el elenco de David Reinoso. Imitar a personajes clásicos del cine y la televisión (Chaplin o Cantinflas, Tres Patines o el Chavo del Ocho) puede ser un ejercicio utilísimo en la formación de un actor cómico, pero nunca será más que eso: un ejercicio.

De un cómico se espera que se ejercite primero y cree sus propios personajes después. El equipo de ‘Vivos’ hizo exactamente lo contrario: todavía en sus imitaciones de candidatos en tiempos de campaña, promocionales y todo, veíamos actores creando personajes. Pero hace tiempo que eso no ocurre. Lo nuevo del programa son las caracterizaciones de héroes clásicos que otros representaron mejor en otros tiempos. Más claro: ejercicios de actuación. David Reinoso y sus actores bajaron a primer grado.

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La lista de aspirantes a los premios ITV (que llevan el pomposo, desmesurado y, a todas luces, falso título de “Reconocimientos a las artes y las ciencias de la comunicación”) es el retrato de una televisión que prefiere lo malo conocido, huye de la imaginación, evita el riesgo y, básicamente, actúa como si su negocio (el negocio de la comunicación) no difiriera en lo más mínimo del negocio de las salchichas o las hamburguesas. Una televisión, además, sin conciencia de sus responsabilidades sociales, pues muchas de las producciones que considera premiables son bodrios racistas, sexistas y homofóbicos.

Mientras tanto, si nos detenemos a pensar en los mejores trabajos que hemos visto en la televisión nacional durante el último año, encontraremos que muchos de ellos ni siquiera pueden ser considerados por falta de categoría: documentales, por ejemplo, o investigaciones periodísticas, o programas de debate, o reportajes. Ninguno tiene cabida en la estrecha categorización de los premios ITV, tan elemental e insuficiente como elemental e insuficiente es el criterio de valoración que la sustenta.

Este año hubo quien cubrió la guerra de Iraq para la televisión ecuatoriana; un equipo de productores independientes recorrió la Ruta de la Seda; otro, siguió el camino del banano ecuatoriano hasta San Petersburgo. Esfuerzos inusuales que arrojaron resultados espectaculares. Mientras tanto, la comunidad televisiva que interviene en los premios ITV sigue premiando a Frank Palomeque y decide consagrar al baboso de Jocelito. Así no se complica la vida, supongo.
raguilarandrade@yahoo.com