Aunque es bueno reflexionar sobre lo que ocurrió, quienes aborrecen la dirección en la que Bush está llevando al país no deben sucumbir a una actitud derrotista.

El presidente Bush no es un conservador. Es un radical: el líder de una coalición que siente un profundo desagrado hacia Estados Unidos tal como es. Una parte de esa coalición quiere desbaratar el legado de Franklin D. Roosevelt, eliminando elementos centrales del Seguro Social y, con el tiempo, del plan de salud Medicare. Otra parte desea echar por tierra las barreras entre Iglesia y Estado.

Los demócratas, de manera comprensible, están realizando un autoexamen. Sin embargo, aunque es bueno reflexionar sobre lo que ocurrió, quienes aborrecen la dirección en la que Bush está llevando al país no deben sucumbir a una actitud derrotista.

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Estas elecciones no demostraron que los republicanos sean invencibles. George W. Bush no obtuvo una victoria aplastante. Sin la tenue aura, todavía potente, de los atentados del 11 de septiembre, cuando Estados Unidos estuvo listo para cerrar filas en torno a cualquier líder, él no habría ganado de ninguna manera. Y sucesos futuros casi seguramente ofrecerán oportunidades para un regreso demócrata.

Yo no albergo la esperanza de que se produzcan más y peores escándalos y fracasos durante el segundo mandato del presidente Bush, pero sí los anticipo. El resurgimiento de la red Al-Qaeda, la debacle en Iraq, la explosión del déficit presupuestario y la falta de éxito para crear empleos, no ocurrieron casualmente bajo la vigilancia de Bush. Fueron las consecuencias de malas estrategias de gente que permite que la ideología prevalezca por encima de la realidad.

Esas personas aún tienen acceso a la oreja del presidente Bush, y su victoria electoral tan solo les dará la confianza para cometer errores aun mayores.

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Entonces, ¿qué deberían hacer los demócratas?

Una de las facciones del partido se pronuncia a favor de que los demócratas borren las diferencias entre ellos y los republicanos. O cuando menos creo que a eso se refiere Al From, perteneciente al Consejo de Liderazgo Demócrata, cuando dice: “Tenemos que cerrar la brecha cultural”. Sin embargo, esa es una propuesta perdedora.

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Sí, los demócratas necesitan dejar en claro que ellos valoran la virtud personal, la fidelidad, la responsabilidad, la honestidad y la fe. Los demócratas tienen las mismas probabilidades que los republicanos de ser fieles cónyuges y buenos padres, y los republicanos tienen las mismas probabilidades que los demócratas de ser adúlteros, apostadores o personas que abusan de las drogas. El estado de Massachusetts tiene la tasa de divorcio más baja en todo el país; los estados demócratas, en promedio, registran menores tasas de nacimientos por fuera del matrimonio en comparación con los estados republicanos.

No obstante, los demócratas no van a captar el respaldo de personas cuyo voto está motivado por su oposición al aborto o por los derechos de la comunidad homosexual (en el fondo, por una oposición a los derechos de minorías).

¿Acaso eso significa que los demócratas están condenados a un permanente estatus minoritario? No. Los conservadores religiosos –a los que no hay que confundirlos con gente religiosa en general– no constituyen una mayoría, ni siquiera una minoría dominante.

En lugar de atender a los votantes que nunca les darán su respaldo, los demócratas, que han obtenido muy buenos resultados al captar los votos de moderados e independientes, necesitan volverse más efectivos para movilizar a su propia base.

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Lo que necesitan ahora es un programa político enfocado a mantener e incrementar la intensidad de su militancia. Eso significa fijar algunos objetivos realistas, pero cruciales, para el año entrante. Los demócratas no deberían derrumbarse ante Bush cuando trate de nombrar a jueces extremadamente partidistas; incluso si fracasase el esfuerzo de obstruir un nombramiento equivocado, eso les mostraría a los partidarios de los demócratas que el partido representa algo. Asimismo, los demócratas deberían mantener la presión sobre George W. Bush cuando tome terribles decisiones en política.

Está muy bien tomarse algunas semanas para pensar, pero los demócratas no deben renunciar a la lucha. Lo que está en juego no solamente es el destino de su partido, sino el destino de Estados Unidos tal como lo conocemos.