Lo habitual en  el cine estadounidense son las secuelas (segunda y hasta tercera parte de un filme).

Como ejemplos están la trilogía de Indiana Jones, Tiburón o Volver al Futuro.
No obstante, la tendencia de filmar precuelas (entiéndase como antecedente de una historia ya conocida) está de moda. Primero fue la Guerra de las Galaxias: episodio 1 en 1999, que en la década del setenta ya había iniciado una trilogía. Ahora es El exorcista: el comienzo como antecedente de la película original de 1973 que hizo famosa a Linda Blair y que en aquella época impactó por sus efectos especiales.

La precuela de este thriller, que la semana pasada se estrenó en Guayaquil y que dirige Renny Harlin, tiene, a ratos, más tinte de aventura que de terror, al punto de parecerse a Indiana Jones y el templo de la perdición.

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En esta película, la sotana es lo que menos utiliza el padre Lancaster Merrin (Stellan Skarsgan). Su imagen se asemeja a la de Indiana Jones (solo le falta el látigo), con  su ropa de expedición en Turkana, Kenya, adonde fue enviado como arqueólogo.

Pero en ese sitio, en el que una iglesia está sepultada, ronda el demonio y la misión de Merrin cambia, debe descubrir quién está poseído por el diablo: Joseph (Remmy Seewney), un niño keniano que jugueteaba alrededor de la iglesia o la doctora Sarah Novack (Izabella Scorupco).

La época en que se adapta la trama es también cercana a la de Jones, pues esta versión del El Exorcista narra la historia de Merrin, un sacerdote decepcionado que por algunos años deja de serlo,  tras la Segunda Guerra Mundial. Merrin había perdido la fe en Dios durante la guerra cuando no pudo evitar la ejecución de una niña inocente.