Una vez que padre e hijo se encontraron en la pequeña casa de campo  –en construcción– en el barrio San Pedro de Escaleras, en la parroquia Cumbe,  se mostraron más abiertos, menos nerviosos, pero aún estaban emocionados.

Tres años habían pasado desde la última vez que se vieron, antes de que la madre del niño optara por un viaje clandestino para llevarlo a Estados Unidos, por intermedio de coyotes, para que se reuniera con ella. El pequeño tenía 3 años en esa época. El próximo viernes cumplirá 6.

La madre del menor  está detenida en Nueva York, desde hace un año, acusada de homicidio de la hija que tuvo con su segundo compromiso y de poner en peligro imprudente de primer grado la vida del niño.

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Entonces  el pequeño pasó  a un centro de adopción  en Nueva York,  hasta que se otorgó la custodia al padre, un lojano con oficio de radiotécnico, que estuvo casado durante siete años con la madre del menor.

El jueves  pasado,  el padre y el niño –cuyas identidades se mantienen en reserva– se reencontraron, tras seguir un engorroso trámite de aproximadamente un año. El viernes estuvieron en  Cumbe, donde el padre relató la historia.

Después de que su ex esposa  con su nuevo compromiso  consiguiera viajar de forma clandestina a Estados Unidos, insistió al padre del niño para que lo enviara  con ella, a lo que él se negó  hasta que ella legalizara su residencia.

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Pero un día de fiesta familiar en Loja, donde residían, con la complicidad de los primos del niño, la madre consiguió que se lo llevaran y lo entregaran a los coyotes,  a quienes había pagado 4.000 dólares para que se encargaran de enviarlo a  EE.UU.

El hombre reclamó a su ex esposa, pero ella le imploró para que no le causara problemas y apeló por el futuro del niño: “Acá tiene un mejor porvenir y tú lo sabes”, recuerda el progenitor, quien terminó resignándose porque la relación de la madre con sus hijos siempre había sido saludable.

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Luego la mujer  siguió el mismo  procedimiento para llevarse a su hija. Después de la muerte de la pequeña en EE.UU. y la detención de la madre, comenzó la lucha del padre del niño para  recuperar a su hijo.

El primer inconveniente lo tuvo ante el juez 1º de la Niñez y Adolescencia de Cuenca, Luis Crespo, quien le aseguró que  traer al niño “sería dificilísimo si no imposible”.

Le pasó por su mente la idea de ir de forma ilegal a Estados Unidos a ver a su hijo y  planeó vender  los equipos de su taller en Loja y  la casa en  Cumbe.

Pero antes de hacerlo buscó ayuda en la Defensoría del Pueblo de Cuenca, cuyos funcionarios  empezaron a presionar para que el trámite se agilizara.

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Durante el proceso, los gastos cada día se incrementaban. A más de la movilización desde Loja a Cuenca para seguir el juicio, el padre debía pagar hojas de traducción de consultas norteamericanas, de formularios  y otros documentos, por lo que le cobraban hasta 30 dólares por página.

Además, debía certificar con notarios copias de documentos, hacer llamadas telefónicas constantes a su hijo, aunque recibiera como respuesta: “él niño no lo recuerda y no quiere hablar con usted”.

Su preocupación porque el niño no lo reconociera, lo llevó a  filmar un video –para enviarle– de toda la familia, la casa de Loja donde su hijo vivió antes que su mamá decidiera llevárselo, sus juguetes, la música que el niño prefería escuchar, el perro que lo acompañaba, el cuaderno donde su tío le enseñaba a realizar palitos, bolitas y rayas.

 “Tenía la sensación que no me lo querían devolver porque cuando me llamaban me preguntaban si tengo piscina en la casa, cuánto gano, cuántos cuartos tiene la casa, pienso que querían hacerme sentir bajo, que no valía nada, pero  siempre quise demostrar que por mi hijo estoy dispuesto a todo”, dice el progenitor.

Con esa perseverancia logró recuperar a su hijo. Ahora solo quiere olvidarlo todo, sueña vivir  en la casita que aún está por terminar en Cumbe, donde quiere que su hijo crezca.