En las guerras de antes, las operaciones militares recibían nombres en clave para mantener su secreto. En las guerras de hoy, las operaciones militares reciben nombres en clave para su promoción publicitaria por televisión. Ayer, por ejemplo, se inició la operación Furia Fanstama (Phantom Fury), que la candorosa campaña oficial estadounidense describe como “el asalto final a Faluya”.

Furia Fantasma llega a sus hogares ‘en vivo y en directo’ gracias a la cortesía del Pentágono, que ha autorizado al reportero Karl Penhaul, de CNN, a ingresar en la ciudad acompañando a una de sus unidades de asalto. Se trata, por tanto, del relato de un ‘compañero de ruta’: es imposible que Penhaul, en circunstancias tan extremas, no se convierta en ‘camarada’ de los soldados y enemigo de sus enemigos.

Los personajes de Furia Fantasma quedaron bien definidos en el primer capítulo. De un lado estamos “nosotros”, o sea 10.000 soldados estadounidenses y 2.000 iraquíes que participan en el asalto (no entiendo por qué, a pesar de esos números, se sigue hablando de “militares iraquíes y estadounidenses”, en ese orden). Del otro lado están ellos, 3.000 “insurgentes” y “terroristas” (no entiendo por qué, a pesar de tratarse de nativos de un país luchando contra fuerzas de ocupación, no se los llama, simplemente, defensores).

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Una de las cosas que no quedaron claras ayer, en el primer capítulo de Furia Fantasma, es la suerte que corren los civiles de Faluya en el libreto, aunque el “analista” Stephen C. Donehoo (que también habla de esta guerra como de un asunto entre “nosotros” y “ellos”) lo dio a entender: “uno no puede saber quién es civil y quién es terrorista disfrazado de civil”, dijo. Y Glenda Umaña, que lo entrevistaba, acotó: “una labor bastante difícil”. Con esto, tengo la sensación de que los civiles no volverán a aparecer en el segundo capítulo.