El Dr. Rodrigo Borja es uno de los pocos políticos ecuatorianos que han escrito libros que realmente vale la pena leer. (La mayoría no escribe, solo grita, insulta y da puñetazos, o a lo mucho publica textos desordenados que nadie lee porque son más aburridos que chuparse el dedo).

En su Enciclopedia de la política, el Dr. Borja afirma que el juicio político se originó históricamente en Inglaterra, fue desarrollado teóricamente en Francia y alcanzó su culminación práctica en Estados Unidos. Le faltó agregar, digo yo, que se convirtió en un acto ridículo aquí, en Ecuador.

Lean sino esta cita del diputado Wilfrido Lucero: “En la ID no hay preocupación sobre el protagonismo del juicio político. Esas son cosas que no caben en un bloque serio como la ID… Lo que hemos dicho es que nadie pretenda buscar protagonismo de ninguna clase”.

El protagonismo no nos preocupa, pero sí que alguien busque protagonismo. ¡Qué genial pensamiento, qué sutil diferenciación semántica!

El mayor capital político de la ID está constituido sin duda por la inteligencia y erudición del Dr. Borja, absolutamente desproporcionadas para un país donde el analfabetismo de nuevo se ha comenzado a extender. Sin esas fortalezas a mano, y a veces incluso con ellas cerca, otros políticos con menor talento pero con mayor astucia y arrojo (dos cualidades que sirven más que la inteligencia cuando se trata de luchar por el poder político) se comen vivos a los dirigentes naranja con una facilidad que asombra.

Es lo que acaba de ocurrir otra vez. Desde hace casi año y medio los dirigentes de la ID vienen sosteniendo que al coronel Lucio Gutiérrez hay que destituirlo. Pero, cuando por fin el momento se acerca, vienen unos políticos desalmados y les arrebatan el caramelo de las manos como a un niño que entonces no sabe si lloriquear o tirarse al piso en una rabieta.

Algunos simpatizantes de la ID se consuelan con la idea de que, bueno, su partido está consagrando el bipartidismo.
Por fin dos grandes partidos, uno de la Sierra y otro de la Costa, uno de izquierda y otro de derecha, serán mayoritarios, y el país alcanzará la ansiada estabilidad.

Sin embargo, el Dr. Borja ha escrito en su Enciclopedia de la política (ver bipartidismo o sistemas electorales, entre otras entradas) que la gran cantidad de partidos en países como el nuestro no se origina en la mala voluntad de algunos dirigentes sino en discrepancias políticas, económicas, étnicas y religiosas muy enraizadas. Cualquier intento que se haga para imponer artificialmente un sistema bipartidista estará condenado al fracaso si previamente no se han resuelto esas tendencias antagónicas.

Dentro de poco tendremos, en efecto, un sistema político de dos partidos gobernando el Ecuador. Quizás ese sistema ya existe y no nos hemos dado cuenta. Sin embargo, eso no acabará con la inestabilidad política. Así lo demuestra el juicio a Lucio Gutiérrez y las profundas discrepancias que comienzan a expresarse en el interior de esos dos grandes partidos, convertidos en gigantescas maquinarias electorales dentro de las cuales sus dirigentes se serruchan el piso, apoyan secretamente a candidatos chimbadores y se arrebatan el protagonismo mutuamente con absoluto descaro.