Desde la independencia en 1960, Costa de Marfil ha mantenido estrechos lazos con Francia, su antiguo poder colonial, que tiene a miles de sus ciudadanos entre inversores, soldados y asesores políticos a los que proteger en ese país africano, que es la tercera mayor economía del África subsahariana y el mayor productor de cacao del mundo.

En 1999 un golpe de estado puso a Robert Guei en el poder y los franceses observaron ansiosos cómo cuatro décadas de estabilidad respaldada por París quedaban en ruinas. En el 2000 un levantamiento tras las elecciones de octubre proclamó presidente a Laurent Gbagbo.

Un nuevo intento de golpe de estado se produjo en el 2001 y en septiembre del 2002 empezó la actual rebelión que, aparentemente, culminó en enero del año pasado gracias a un acuerdo de paz.

Publicidad

Francia mantiene desplegados unos 4.000 soldados en Costa de Marfil para proteger a sus ciudadanos, dar seguimiento al cese el fuego y mantener la zona de seguridad que separa a las partes en conflicto.

Pero el gobierno de Gbagbo y sus seguidores piensan que los franceses favorecen a los rebeldes.

A pesar de que unos 5.000 franceses, de un total de 20.000 se fueron cuando empezó la rebelión, los inversores franceses aún tienen un papel significativo en la economía de Costa de Marfil, algo que irrita a algunos marfileños, pues consideran a los franceses unos arrogantes que se benefician demasiado de su país. Además, seguidores del presidente Gbagbo alegan que los acuerdos de paz mediados por los franceses, favorecen a los rebeldes.