Que los muertos resucitan... no hay duda...

Lo afirma categóricamente Cristo al referirse (respondiendo a la pregunta de los saduceos) a “la vida futura” y a “los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos”.

Lo indica Moisés al llamar al Señor (en el episodio de la zarza en llamas) Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, porque Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos, pues para Él todos están vivos, como explica Jesús.

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Lo señalan los macabeos (primera lectura) al decir: “Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará”.

De modo que los muertos resucitan.

Y esto es la mayor importancia para nosotros, los saduceos modernos:

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–que no acabamos de creer en la resurrección o al menos vivimos como si esta verdad nos importara un pepino...

–que vivimos como si lo más o lo único importante fuera esta vida, que se nos va a acabar más pronto que la pila de un juguete, y no la otra, que es eterna...

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–que pasamos por esta vida como si nunca tuviéramos que presentar cuentas de todos los hambrientos, los desnudos, los enfermos que hicimos como que no los vimos...

–que creemos en la reencarnación, que es la negación absoluta del dogma de fe de la resurrección...

Y decimos que es la de mayor importancia, no vaya a ser que el día de la resurrección nos vayamos a dar la gran “aterrizada”.