El papa Juan Pablo II celebró ayer su onomástico, san Carlos Borromeo, con un encuentro con un millar de polacos, que le felicitaron, y trabajando, al recibir en el Vaticano al primer ministro iraquí, Iyad Alaui.

El Obispo de Roma, cuyo nombre de pila es Karol (Carlos), celebra, siguiendo la tradición cristiana, solo la fecha del “santo”, algo que se ha perdido en los países occidentales de tradición católica.

Ayer fue la fiesta en el Vaticano, como también lo fue el 16 de octubre, fecha en la que fue elegido Papa, y el 18 de mayo, día de su nacimiento. Sin embargo, para el anciano Pontífice se trata de fiestas “menores”.

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Pero, aunque es festivo, el Pontífice no olvidó sus compromisos y así recibió en audiencia al primer ministro de Iraq, al que animó a proseguir los esfuerzos para restablecer la democracia en el país, así como la defensa de los derechos de todos, “en total respeto por las etnias y religiones diferentes” que conviven en esa nación.

“Deseo alentar los esfuerzos del pueblo iraquí para establecer instituciones democráticas que serán plenamente representativas y dedicadas a  la defensa de los derechos de todos, respetando totalmente las diversidades  religiosas y étnicas que desde siempre fueron una riqueza en vuestro país”,  aseguró Juan Pablo II.

La pacificación y la reconciliación de Iraq, así como sus reflejos en toda  la región, fueron los temas principales abordados por el Papa y el dirigente iraquí, precisó el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls.

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Juan Pablo II también recordó los “sufrimientos indecibles” que han padecido los iraquíes en los últimos años y le aseguró que reza por todas las víctimas del terrorismo y de “la violencia sin sentido” que azota al país.

Tras el encuentro con Alaui, el anciano Pontífice, de 84 años, se reunió en el aula Paulo VI del Vaticano con un millar de compatriotas, de la diócesis de Gdansk, a los que agradeció las felicitaciones y recordó la vida de san Carlos Borromeo, del que dijo fue un “obispo diligente”, uno que se ocupó de los pobres.

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Agregó que la piedad de San Carlos estaba basada en su amor por Cristo y destacó que cuidó con esmero la celebración de la misa.

“Lo recuerdo al comienzo de este Año de la Eucaristía, para que sea un ejemplo para todos los cristianos”, subrayó el anciano Pontífice.