Podemos saber el  día, hora, minuto y lugar exacto de nuestro nacimiento, pero no sabemos dónde ni cuándo vamos a morir. A pesar de eso, no nos preparamos para la muerte. Sabemos que vamos a morir cualquier día, pero vivimos como si fuéramos a ser eternos.

Lloramos cuando algún familiar o amigo muere y no aceptamos que  le llegó el momento. Debemos estar preparados. El Evangelio nos  enseña con algunos ejemplos para que olvidemos hacer el mal, odio, los rencores, la perversidad, los placeres materiales; incluso, perdonar a quienes nos han ofendido.

Toda muerte tiene justificación, aunque nos resulte incomprensible; pero  es el despertar a una nueva vida. Debemos aprovechar nuestro paso terrenal para aprender y evolucionar. ¡Por favor, no desperdiciemos nuestra vida!

Publicidad

Dr. Roberto Robles Escobar
Guayaquil