Lo que más sorprendió a Norma Márquez Cox, abogada de las víctimas, “fue la forma como agredían sexualmente a los niños y que nunca hubo muertos. Si se trataba de menores de 2 y 3 años, ¡Dios mío!, ¿por qué no hubo muertos?, y si los hubo, ¿dónde están?”, cuestiona.

La defensora dice que las imágenes que vio nunca se borrarán de su mente. “Están presente aquellos momentos en que (Jorge) Burdet preparaba a las niñas, luego que llegaban a su casa en el barrio La Alborada (Santa Cruz), de la mano de Marina Cedeño (su esposa), y de la hija de ambos (que ahora tiene 14 años). Aunque en los filmes se la ve cuando tenía 4 o 5 años; por eso calculamos que los abusos se cometían desde nueve o diez años atrás”.

Márquez afirma que “la hija (de Burdet) hacía el juego de los padres, y que incitaba a sus compañeras, que iban a ser abusadas, a que asistieran a las pijamadas y que luego realizaran las poses para el filme. Se observaba cómo las niñas eran despojadas de sus ropas y cómo Burdet manipulaba sus cuerpos sin que las chicas protestaran ni lloraran. Lo único que se ve es la mirada fija de ellas, perdida, hacia la pantalla, y que el abusador actúa con saña y criminalidad”, destaca.

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A Márquez le impactó “la forma cómo una niña de 1 año actuaba como robot. Ella hacía lo que Burdet le pedía. No reaccionaba, solo era movida según las necesidades del criminal. Esas escenas nunca las podré sacar de mi mente. Se trata de algo que como seres humanos no podemos entender, ni siquiera se puede calificar de perversidad, porque para Burdet resultaba tan normal”, afirma.