Una ley especial  ha permitido que jóvenes de Ecuador ingresen
a las fuerzas españolas.

Iván Taipe Chisaguano y su hermano Jorge, de 19 y 21 años, procedentes del barrio Chillogallo de Quito, dejaron estudio y trabajo después de un año de estadía en España, para enrolarse en las Fuerzas Armadas de este país.

Desde la primera convocatoria a extranjeros, en diciembre del 2002, han ingresado a las Fuerzas Armadas Españolas (FAE) 463 ecuatorianos –entre  ellos 73 mujeres– de un total de 1.010 latinoamericanos, según el Ministerio de Defensa.

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En 1999 bajó de forma alarmante la cifra de jóvenes españoles aspirantes a la institución armada, según revela un estudio del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada, que evalúa el primer año de aplicación de la Ley 32 de ingreso de extranjeros en las FAE, publicado en la revista mexicana Convergencia, de abril pasado.

El servicio obligatorio se eliminó y la profesión militar no resulta atractiva para la juventud nativa porque no es bien remunerada, tiene pocas expectativas profesionales y movilidad geográfica, entre otras razones que cita la autora de este estudio pionero en el tema, Beatriz Frieyro de Lara.

Para atraerlos se fueron reduciendo progresivamente los requisitos de ingreso.
Anteriormente, los postulantes tenían que aprobar pruebas psicofísicas, además de evaluaciones personalizadas que, a criterio de Frieyro, ahora ya no son eliminatorias. El cociente intelectual requerido bajó de 90 a 70, considerado el límite de la normalidad. La edad mínima subió de 25 a 27.

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A los foráneos  les atrae la oportunidad  de obtener un contrato de tres años y la posibilidad –no garantía– de conseguir la nacionalidad española en tiempo récord. El Estado no está obligado a otorgarla aun con  un informe favorable de los mandos, según el Reglamento de la Ley 32.

Recibir un salario de 770 euros (962 dólares) mensuales mientras aprenden una profesión y se forjan un futuro laboral  vale la dureza de la vida militar, piensan Iván y Jorge, a quienes nunca antes les atrajo la idea de ser soldados.

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 Su  compensación llegó después de jurar la bandera de España cuando firmaron el contrato con la institución armada y recibieron 600 euros, adicionales a los 660 acreditados en la fase de entrenamiento.

Todo lo que ganan está a disposición de su padre como siempre lo estuvo durante sus anteriores empleos en carga  de productos para supermercados o albañilería.

Junto con su madre que tiene una niña de un año, tienen la ilusión de reunir entre todos lo suficiente para comprar un “piso”, como se llama a un departamento en España.

Ambos acuden, cada fin de semana, en un coche de  segunda mano –que compró Iván con sus primeros sueldos en el Ejército– a visitar a su familia en un barrio de clase media de Salamanca. Sus cuarteles están ubicados en las afueras de Madrid.

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Iván se emociona al pensar en una agilización de sus trámites de nacionalización por parte de sus jefes, pues si pudiesen concluirlos a tiempo él continuaría la carrera militar.
En su contrato de tres años son limitados los ascensos a los que puede aspirar, como señalan  los artículos 14 y 15 del mencionado Reglamento.

Ambos hermanos forman parte del Ejército de tierra, en unidades de paracaidismo y la Legión extranjera, las cuales, además de la infantería de marina, admiten extranjeros. La mayoría de vacantes que se ofrecen están en las dos primeras, las cuales, según afirma el estudio referido, tienen mayor presencia numérica en misiones internacionales.

La Ley 32

El nuevo Gobierno no se ha pronunciado sobre la posibilidad de algún cambio  al ingreso de extranjeros en el ejército, puesto que la Ley 32, a decir de Frieyro, “suscitaba problemas legales de discriminación respecto a los trabajadores de la Unión Europea, ya que la normativa de esta  impide que se dé prioridad a algún colectivo extranjero sobre los ciudadanos comunitarios”.

El reglamento de la citada ley está dedicado solo a ciudadanos de Guinea Ecuatorial e Hispanoamérica. Los socialistas, que ahora son Gobierno, la rechazaron cuando eran oposición.

Más preparados

El nivel
La mano de obra inmigrante es más cualificada que la española cuando se trata del grupo que ingresa a las Fuerzas Armadas Españolas. Un estudio del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada (España), de enero de este año, revela que el nivel de escolaridad de los inmigrantes captados entre el 2002 y el 2003, es mejor que el de sus compañeros españoles.

Rechazo a españoles
Las principales causas de no aceptación a los solicitantes españoles rechazados son el consumo de drogas y el no pasar las pruebas físicas, lo que no ocurre con los solicitantes extranjeros, según el  estudio.

Límite en las fuerzas
Los extranjeros solo pueden llegar a ser el 2% de los 86.000 soldados y marineros que se pretendía que conformaran las FAE profesionalizadas, señala  Beatriz Frieyro de Lara, autora de  una investigación del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada.