Hotel Hilton Colón, Guayaquil, viernes 29 de octubre, siete de la mañana: la quinta ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio llega a su fin. Cristian Espinosa, jefe del equipo de negociadores ecuatorianos, recorre los canales de televisión y comparte con ellos la buena nueva de su éxito mediático, que es mutuo, según él.

“Yo creo –dice una y otra vez– que esta ronda ha tenido un mérito excepcional para el Ecuador: la presencia de los medios de comunicación”. El funcionario no disimula el gusto que le produce ver a “los canales de televisión instalados en el Hilton”. Y aprovecha la coyuntura para recorrer cuatro de ellos sin salir del vestíbulo del hotel.
Ahora, según él, los ecuatorianos estamos informados. “Muy poca gente –sostiene– puede terminar esta semana y decir que no sabe lo que es el TLC”.

¿Nos está tomando el pelo? La verdad es que no existe nada más confuso para el televidente ecuatoriano promedio que las noticias sobre el TLC. Siempre hay en ellas algo que no termina de estar claro, algo que no se entiende bien o no ha sido del todo revelado. Ese algo, cabalmente, es el propio Tratado, que se discute a puerta cerrada y  cuyos textos no pueden ser publicados.

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Lo que se supone debería ser el objeto central de la noticia, es precisamente lo que se mantiene en secreto. En consecuencia, lo que vemos en televisión no es una cobertura periodística de las negociaciones (que no pueden ser cubiertas), sino de la parafernalia que las rodea. Y los mil discursos que se tejen con el ilusorio propósito de informarnos al respecto del Tratado, son castillos en el aire, formas de metalenguaje puro que no se refieren a ningún contenido concreto.

Por ejemplo: cuando Espinosa dice “esta ronda ha sido un punto de inflexión”, los periodistas asienten satisfechos por la sonoridad de las palabras, pero ¿qué quiere decir exactamente? ¿Qué significa “trabajar en una agenda interna que permita ir superando los problemas y diversificando la agenda exportable”, como demanda Roberto Aspiazu?
¿De qué habla? ¿A qué se refiere Alberto Dassum cuando comenta que “las mejoras que recibimos de Estados Unidos no fueron tan jugosas, pero tampoco Ecuador le dio una mejora muy jugosa a Estados Unidos, entonces estamos más o menos en el mismo nivel”? ¿Qué es esto?

Considérese el valor informativo de la siguiente perla periodística extraída de un reportaje de Teleamazonas: “Un día un poco raro, podría decirse, es lo que se ha vivido aquí. Los negociadores de Ecuador, Colombia y Perú, por momentos dicen que por lo menos tienen un camino largo que recorrer y, por otros momentos, dicen que ese camino ha llegado a su fin. Obviamente, cada uno de ellos tiene una consigna, porque tiene intereses que defender”. Considérese esta otra, que corresponde a Gonzalo Ruiz, de Gamavisión: “Al tratarse de hilar más fino, de ir más a los detalles, las dificultades arrecian pero se aprieta más la negociación. Sin embargo, ya se va teniendo clarificaciones”. ¿Qué quiere decir eso? Nada. Es metalenguaje puro.

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Añádase la obsesión de la TV por los procedimientos de fragmentación, según los cuales nadie puede hablar más de diez segundos seguidos en pantalla. El resultado es la desinformación total, como se puede ver en este ejemplo: la cámara recorre el vestíbulo del Hotel Hilton, deteniéndose en las muchachas más bonitas, mientras se escucha la voz en off del reportero. Dice: “La tónica de estas reuniones ha sido similar a rondas anteriores, es decir que se mantiene el intercambio de información vía preguntas en temas como soluciones de controversias”. Corte. En la pantalla aparece el negociador Teodoro Maldonado. Dice: “Por ejemplo, yo creo que en acceso a mercados ha habido avances importantes en tanto ir depurando las listas. No tengo los detalles de cuáles productos pero sí sé que ha habido acercamiento en las…”. Corte abrupto. Aparece en la pantalla el negociador Miguel Pérez. Dice: “El objetivo fundamental es lograr arreglos que nos permitan sentar las bases para el desarrollo sostenible”. Corte.

El reportero se limitó a ensartar, uno tras otro, tres textos breves y vistosos sin relación entre sí. Minimalismo hermético. Así ha funcionado casi la totalidad de la cobertura televisiva sobre el TLC. Podría llenar esta página de ejemplos similares extraídos de todos los canales: nunca la reportería aterrizó sobre un tema.

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Fragmentación total, vacío de información, reportería desorientada. Es el escenario perfecto para que el discurso oficial se adueñe de la televisión. El éxito de la estrategia mediática oficial para vendernos el TLC consistió en imponer en la televisión tres ideas básicas. Primera: el TLC es inevitable. Segunda: el TLC es deseable. Tercera: los procedimientos con los que se están llevando a cabo las negociaciones son indiscutibles.

“Si los exportadores ecuatorianos pudieran entrar con preferencias al mercado de Estados Unidos, se volverían muy competitivos, y al volverse competitivos venderían más, y al vender más darían más plazas de trabajo y crecerían las empresas en el Ecuador”: para Rafael Cuesta, de TC, se trata de un proceso tan natural, tan necesario, indiscutible y obligatorio como el crecimiento de una planta. Claro que Cuesta es libre de opinar lo que quiera. El problema (el problema periodístico) es que sus conclusiones no se apoyan en análisis alguno sino que, por el contrario, corresponden a este clima televisivo de desinformación que aúpa el éxito del discurso oficial.

Dijo Ivonne Baki el lunes, en ‘Contacto directo’: “Yo no creo que lo que se dice que están en contra porque los que más se van a beneficiar son las personas que están diciendo que quizás no estén a favor, pero no es que dicen que estén a favor del TLC, es que quieren algo específico de involucrarse. Y queremos que todos se involucren”. Al término de la entrevista, Carlos Vera agradeció a la Ministra por haber despejado todas sus dudas. No sé a ustedes, pero a mí todo esto me recuerda a Miss Universo. Baki nos está vendiendo el TLC con la misma estrategia mediática (y la misma complicidad televisiva) con que nos vendió el concurso de Miss Universo.

El martes, Fernando Aguayo despotricaba contra las activistas de Acción Ecológica que se colaron al Hilton para “empañar las negociaciones” (son sus palabras). Tal como en Miss Universo: nos están ofreciendo el paraíso pero, para merecerlo debemos portarnos bien o, como se dice en la TV, “adoptar una posición de país”, “mantenernos unidos”, “no mostrar fisuras”, “apoyar a nuestros negociadores” y, claro, no alborotar. En eso se agota la dimensión política del tema. Esto no parece un país, parece un superbarrio.
raguilarandrade@yahoo.com
  

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