De niños todos creemos que somos los elegidos para transformar la historia. Pero con el paso del tiempo, ya no creemos en el futuro, este es tan solo lo que se nos viene, pero no luchamos por uno mejor.

Muchos dejaron de creer en los amigos. Los sueños no tienen plusvalía. Una flor no tiene el mismo significado. Una lágrima es capaz de conmover muy pocos corazones. Hemos abusado de los sentimientos, pues decimos cosas que no sentimos, cada te quiero es repartido como baratija.

Los ideales son canjeados por un papel verde que nos vuelve despreciables. La juventud debe cambiar el mundo.  No se necesita de un movimiento revolucionario para volver realidad ese sueño, el cambio se verá venir  cuando pongamos todas nuestras ganas en lo que hacemos, cuando seamos personas verdaderas, sin máscaras, sin disfraces. El cambio está dentro de nosotros. Este llegará cuando  volvamos a creer en lo que creímos.

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* 19 años, estudiante de Ingeniería en Estadística

¿Y los niños?

Katya Albán Montenegro*

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En mi niñez, noté cierta indiferencia de algunos adultos hacia mí: no escuchaban mis opiniones, me ignoraban al saludar a todos. Afortunadamente sabía que mis padres y mi hermana me amaban y que confiaban en mí. Estaba consciente de que en una sociedad tan ilógica como la nuestra, no había lugar para atender a un menor.

Mucho menos a las autoridades, ¿qué les importa a ellos oír hablar de propuestas de política, educación y salud de unos ingenuos jovencitos que pretenden cambiar la situación actual?

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Hace pocos días se realizó en nuestro país la II Consulta a Niñas, Niños y Adolescentes. Ellos, de acuerdo con su criterio, elaborarán y enviarán un documento a los gobernantes seccionales elegidos.

Ojalá estas peticiones que llevan consigo sueños y esperanzas se tomen en cuenta en los presupuestos; aunque lograr que una autoridad escuche a los niños es más difícil que encontrarse al sol de noche.

* 17 años, estudiante del Instituto Tecnológico Ati II Pillahuaso