Todo parece indicar que se realizará el juicio político al Presidente de la República. Lo que no está claro es cuál será el resultado.

Hoy, según lo que se conoce, no hay el número de votos necesarios para la destitución, pero, por supuesto, hay algunos diputados cuya decisión final nadie puede prever. El Gobierno se mueve y juega todas sus cartas, pero la oposición también.

Si no se completan los votos para la destitución, el Gobierno dirá que salió fortalecido políticamente, pero, por supuesto, esto significaría que tuvo que hacer concesiones cuyo efecto, a la larga, lo debilitará.

Si se consiguen los sesenta y siete votos para destituirlo, el problema será de otro tipo, puesto que el Presidente ha anunciado que desconocerá el juicio y no asistirá al llamado del Congreso. Es de suponer, entonces, que también desconocerá el resultado. En ese caso entraríamos en un engorroso proceso de discusión acerca de la legalidad de su actitud y en un peligroso vacío de poder.

Para completar la amenaza de caos, algunos ciudadanos comienzan a plantear la necesidad de disolver el Congreso.

En fin, el ambiente político se caldea y mientras tanto hay temas decisivos como el del Tratado de Libre Comercio, del cual la ciudadanía no tiene mayor información, ni espacios suficientes para discutir sobre él con conocimiento de lo que significa. Hay protestas sí, pero no se difunden alternativas.

Por otro lado, el ambiente de zozobra no es el mejor, ni para negociar con serenidad el TLC, ni para discutir el presupuesto del próximo año, ni para hablar de políticas petroleras, ni de seguridad pública, ni de competitividad.

Cuando salgamos del atolladero al que nos acercamos, cualquiera que sea la salida, una vez más, encontraremos que el precio de la zozobra fue muy alto y que el país perdió más allá de lo cuantificable inmediato y de lo imaginado. Entonces será el momento de establecer responsabilidades, pero lo más probable es que a propósito de eso, se inicien nuevas confrontaciones, que den lugar a nuevos motivos de zozobra y, por supuesto, a nuevas frustraciones, de las cuales nadie se sentirá responsable. Ojalá aprendamos a identificarlos.